miércoles, 30 de septiembre de 2009
Ítaca
Cuando el viaje emprendas hacia Ítaca,
vota porque sea larga la jornada,
colmada de aventuras y experiencias.
No deben asustarte, Lestrigones
ni Cíclopes ni airado Poseidón,
que nunca te saldrán en el camino,
si piensas alto, si unas emociones
escogidas te afectan alma y cuerpo.
No los encontrarás, ni a Lestrigones
ni a Cíclopes ni al fiero Poseidón,
si no los llevas tú dentro del alma,
si tú alma no los hace erguirse enfrente.
Vota porque sea larga la jornada.
Que abunden, las mañanas de verano
cuando (¡con qué delicia, qué alegría!)
entrarás en un puerto nunca visto;
detente donde venden los fenicios
y comprales las bellas mercancías,
nácares y corales, ámbar y ébano,
toda clase de esencias voluptuosas,
perfumes voluptuosos, sobre todo;
llega hasta Egipto, a ver ciudades, muchas,
y aprende, aprende de los sabios, siempre.
Ten a Ítaca fija ante la muerte.
Llegar allí es tu vocación. No debes,
sin embargo, forzar la travesía.
Mejor que se prolongue muchos años;
que arribes a tu isla siendo viejo,
rico con lo ganado en el camino,
sin esperar a enriquecerte en Ítaca.
Ítaca te dio ya la travesía.
Sin ella, no hubieras emprendido
la jornada; y no puede darte más.
Y si la encuentras pobre, no hay engaño.
Te hiciste sabio y experimentado:
ya entiendes el sentido de las Ítacas.
C.V. CAVAFIS (1911)
(Versión española de Juan Ferraté)
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