sábado, 3 de octubre de 2009
El triunfo
Ya ha amanecido, y todavía estoy paladeando el triunfo, la vida es maravillosa y me sonríe, lo he conseguido. Lo que no podía imaginar era que ese triunfo sólo era el principio del fin, el cenit de mi vida. Todos los besos y todos los artículos elogiosos, las alfombras rojas y los flashes, se fueron diluyendo, como el hielo en el whisky. Cada día, o cada noche que pasaba, mi belleza desaparecía con mi juventud. Aún recuerdo las noches eternas de estreno y champán por las mansiones y los hoteles de Beverly Hills, y como lo que al principio fue diversión y alegría, se fue convirtiendo en adición y llanto. Cada vez me llamaban menos, ya no para papeles importantes sino ni tan siquiera para las fiestas. Tan solo algún nuevo ejecutivo para darse un poco de pátina, como si tuviese un Monet sobre la chimenea, donde se preparaba las rayas y me tocaba el culo. Como iba a pensar yo aquella noche, en la que era la princesa del cuento, la mas guapa del mundo, que el espejito se iba a romper.
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