Contemplo con asombro como pasan los días sin saber nada de ti, sin tener el consuelo de tu voz lejana por las ondas del teléfono, o las pequeñas palabras de tus mensajes. Cada día sepulta a otro en el vacío de tu silencio, quedando ciego de amor ciego de vida. Intento enterrarme bajo el edredón pero una y otra vez me apareces y me tengo que morder los puños para no llorar. Me acuesto muerto y me levanto más muerto todavía. Camino como un zombi, lleno de tu recuerdo, buscándote entre todas las cosas porque todas las cosas me llevan a ti. Y no hay instante sin tu nombre en mi boca como si al pronunciarlo pudiese paladear otro tiempo en el que únicamente necesitaba abrir los ojos para poder verte, o extender mi mano para poder acariciarte.
foto Todd Hiddo