martes, 15 de septiembre de 2009
El mañana me pertenece
«No he venido a traer la paz sino la espada» (Mateo 10,34-11,1)
Los camiones que nos llevaron al frente fueron los mismos que antes habíamos llenado nosotros de comunistas y de judíos, marchamos contentos a ocupar Francia, todos estaban encantados (hasta el Mariscal Pétain) nuestra mujeres nos despedían como héroes mientras nosotros soñábamos en conquistar a las chicas francesas, esta guerra prometía… Ahora estoy en el frente ruso y me acaban de degollar en esta vieja fábrica abandonada, pero ni tan siquiera la sangre que sale de mi garganta esta caliente, estoy mas frío que los cadáveres que apilé en Serbia o en el Gueto de Varsovia, antes de venir a esta mierda de Stalingrado, tampoco estaban calientes los cuerpos de las mujeres que me follé, al principio con las francesas fue divertido, pero luego el ganado era cada vez peor, ya estaban escogidas y solo quedaban niñas y viejas, y aquella basura de judías y gitanas que subíamos a los trenes.
Hicimos grande a Alemania, somos soldados y teníamos que cumplir órdenes, siempre lo habíamos hecho bien. Cuando me alisté en las Juventudes Hitlerianas era muy feliz, estaba hermoso con aquel uniforme, con los correajes brillantes y la gorra calada. Me encantaba desfilar por las avenidas de Munich y oír al Fürer por la radio —que gran hombre, como es posible que lo hayan engañado esos inútiles que lo rodean— Éramos los amos del mundo, paseamos por Paris y arrasamos Polonia en un día. ¿Patria, en qué te hemos fallado? Y ahora muero aquí con estos rusos miserables saltando sobre mí, se multiplican como ratas en un basurero. Malditos comunistas.
«Doquiera que luchemos, cada uno de nosotros tiene que saber que matar a un hombre, no tiene más importancia que aplastar una pulga» .- Heimrich Himmler
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