vídeo Cesar Naves
Recorro las calles, confuso rebusco entre las piedras, no recuerdo, ya no se que es lo que queda, ya se que no fue de todo aquello, tengo tu voz clavada en mi cabeza, tengo tus labios pegados a los míos, recuerdo tus palabras y tus caricias, recuerdo el amor que me juraste, pero sólo veo ruinas. Las piedras se han vencido sobre mi, me han enterrado en vida, ahora paseo por esta ciudad y solo veo ruinas, es como si tus últimas palabras, entrecortadas entre lagrimas y besos, construyesen una tumba, el sitio de mi recreo, este infierno de casas sin ventanas ni puertas, de casas vacías, deshabitadas como mi corazón. Las piedras no dejan pasar, este lugar sólo es para los malditos, para los malditos castigados por amar, no habrá tregua para ellos, sólo recuerdos de su amante; recorrerán en sueños los rincones de su piel, las profundidades de su boca, la humedad de su sexo, ahí vivirán entre las ruinas del amor; una y otra vez escucharán las palabras malditas: “Te amo”. “Eres mi vida”. “Nunca podré olvidarte”… Estás dentro de mi, una y otra vez sonaran el restallar de los besos en el oído, una y otra vez sentirás como penetras dentro del otro, como te sumerges en la humedad de su corazón sangrante, y una y otra vez morirás al eyacular sobre su sombra, entre las ruinas, un paraíso del horror y la desesperación. La destrucción se ha adueñado de todo, ya sólo queda penar, arrastrarse como una sierpe buscando un poco de calor entre las cavernas que dejan las piedras amontonadas, en cada una de ellas están marcadas las noches que os amasteis, los días que jurasteis que nunca os separaríais… Ahora esas piedras os golpean sin piedad, machacándoos los hombros, las manos, el rostro; destrozándoos todo lo que fuisteis y convirtiéndoos en menos que nada, en sombras malditas, escoria después de arder en el fuego de la pasión. Y así sigo, tropezando entre las piedras buscando alguna que me traiga tu olor.
Recorro las calles, confuso rebusco entre las piedras, no recuerdo, ya no se que es lo que queda, ya se que no fue de todo aquello, tengo tu voz clavada en mi cabeza, tengo tus labios pegados a los míos, recuerdo tus palabras y tus caricias, recuerdo el amor que me juraste, pero sólo veo ruinas. Las piedras se han vencido sobre mi, me han enterrado en vida, ahora paseo por esta ciudad y solo veo ruinas, es como si tus últimas palabras, entrecortadas entre lagrimas y besos, construyesen una tumba, el sitio de mi recreo, este infierno de casas sin ventanas ni puertas, de casas vacías, deshabitadas como mi corazón. Las piedras no dejan pasar, este lugar sólo es para los malditos, para los malditos castigados por amar, no habrá tregua para ellos, sólo recuerdos de su amante; recorrerán en sueños los rincones de su piel, las profundidades de su boca, la humedad de su sexo, ahí vivirán entre las ruinas del amor; una y otra vez escucharán las palabras malditas: “Te amo”. “Eres mi vida”. “Nunca podré olvidarte”… Estás dentro de mi, una y otra vez sonaran el restallar de los besos en el oído, una y otra vez sentirás como penetras dentro del otro, como te sumerges en la humedad de su corazón sangrante, y una y otra vez morirás al eyacular sobre su sombra, entre las ruinas, un paraíso del horror y la desesperación. La destrucción se ha adueñado de todo, ya sólo queda penar, arrastrarse como una sierpe buscando un poco de calor entre las cavernas que dejan las piedras amontonadas, en cada una de ellas están marcadas las noches que os amasteis, los días que jurasteis que nunca os separaríais… Ahora esas piedras os golpean sin piedad, machacándoos los hombros, las manos, el rostro; destrozándoos todo lo que fuisteis y convirtiéndoos en menos que nada, en sombras malditas, escoria después de arder en el fuego de la pasión. Y así sigo, tropezando entre las piedras buscando alguna que me traiga tu olor.