martes, 29 de mayo de 2012
Tu frialdad
Me bajé del coche y recorrí el espacio hasta llegar al portal, las llaves se tropezaban con los huesos de las manos y el frío del metal aumentaba el dolor de los dedos al no tocarte. Tuve que barajar varias veces antes de encontrar el hierro que abrió la puerta. Tiré la chaqueta en la silla y encedí las luces, recorrí la sala vacía y miré la oscuridad del pasillo. Me acerqué a la ventana, las farolas hacían las veces de estrellas y el ruido de los coches me recordaba lo lejos que estaba de cualquier otro sitio. Alumbré la lámpara del salón y me quedé mirando las estanterías de libros como si en alguno de ellos pudiese encontrar la respuesta. No había nada, el polvo había pegado las páginas como si fuesen legañas que no me dejaban separar las hojas. Los poemas se negaban a ser leídos y los cuadros se negaban a ser vistos. No había sitio para mi, cogí la chaqueta para volver a marcharme y el gesto me recordó cuando tú estabas y me decías adiós con un beso al salir de casa. Hacía tanto tiempo que ya no recordaba tu ropa, ni tan siquiera tu voz. Recordaba la sensación de que todo estaba bien y de que cuando volviese tú estarías allí.
Ahora solo recuerdo tu frialdad, el dolor de tu silencio y las noches... y el despertar. Tan solo el ruido del reloj y los pasos por la casa. Tengo que cerrar los ojos para no recordar... Y el amor, aquel amor loco y salvaje que no me dejaba respirar. No hace falta que escarbe en la almohada para saber que tú estás allí, justo en ese sitio donde no hay lugar para las mentiras, justo en ese rincón donde tu lengua rebozaba mi alma de esperanza. Ahora ya es tarde, hace frío y se que nunca te volveré a encontrar. No importa que cierre los ojos y te vea, que estire mi mano y note el roce tu piel. Se de toda aquella pasión y de como tus labios me besaron entre sábanas viejas. La noche me cuenta los errores que nos dimos y me cierra los ojos para que calle. Tengo que olvidar, me dice que diga, y yo me abrazo, ya sin furia, tan solo desnudo.
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Esta entrada es horrible, da ganas de llorar. Aunque solo tú sabes describir la soledad, casi se puede sentir el vacío de la casa. Lo de la chaqueta duele al leerlo.
ResponderEliminarSupongo que todos nos hemos sentido así alguna vez, cuando un olor, una sensación... nos trasporta al pasado, a esa época que creíamos que éramos felices.
Es muy difícil olvidar, lo bueno y lo malo, los recuerdos parece que están grabados a fuego en nuestra piel y basta una ráfaga de aire para rememorarlo todo.