
Las lágrimas fluyen de un aerosol, de continuo... No hay día sin noche, ni noche sin día, en todas ellas sentiremos las lágrimas, el dolor, la soledad, la dureza de tener que caminar sin apoyo. Las figuras de Belén son esos héroes aplastados por el día, por sus angustias, por sus inútiles pequeñas cosas. Tal vez estén derrotados de antemano, tal vez ya ni siquiera quieran luchar, pero siguen andando. La vida, una sucesión de problemas, eso que nos acontece a diario, esos pasos repetidos o no dados, esas ganas de... y no de... y no hacer nada, y esperar que llegue la noche para que entonces tampoco pase nada. Nada... como si la existencia se limitase al lento discurrir de las horas rozándose contra nosotros produciéndonos una urticaria de hastío y tristeza. Hace años que no vemos el sol y tampoco nos acordamos de mirar a la luna... de continuo...


Así pinta Begmont sobre pequeñas tablas rectangulares en DM las escenas de nuestra existencia, una tras otra, unas abajo y otras arriba, pero da igual todas se pueden intercambiar, no es un puzzle, ni un rompecabezas, tampoco es un cómic, porque todas pueden ocupar cualquier lugar en el muro, como la vida que no sabemos a donde nos lleva, cual fue el principio y cual será el final, que pasará este día aunque ya lo imaginemos y lo tengamos repetido.

Habrá noches sin fin, habrá sábanas que sólo serán mortajas, habrá lágrimas caídas por... por nosotros mismos, por todos esos sueños incumplidos que ni tan siquiera nos atrevemos a desear, pero que nos rodean como si fuesen los brazos de una sirena que nos impide movernos.
Habrá noches sin fin, habrá sábanas que sólo serán mortajas, habrá lágrimas caídas por... por nosotros mismos, por todos esos sueños incumplidos que ni tan siquiera nos atrevemos a desear, pero que nos rodean como si fuesen los brazos de una sirena que nos impide movernos.
No son las ilustraciones de La ratita presumida, ni de La cenicienta, ni de Los tres cerditos, son los dibujos que ilustran El cuento de la buena pipa: Yo no he dicho que si ni que no, yo he dicho que si quieres que te cuente el cuento de la buena pipa... esa letanía sin principio ni fin, de continuo… Un día más sonará el despertador y me levantaré y desayunaré y me ducharé y cogeré el autobús y me iré a trabajar (o me quedare en casa porque estoy en paro mirando como se mueven las paredes) y comeré a las dos y volveré a la oficina y… y cenaré, y me acostaré, y lloraré, y… de continuo. Más que una ruleta (rusa), la noria de nuestras vidas.


Un altar a la vida cotidiana y a la dureza de ir mirando las baldosas y verlas todos los días iguales, una tras otra, inamovibles. Eso es lo que refleja la exposición de Begmont en la Galería Texu, la travesía de un protagonista que me hace recordar —aunque su rostro se parezca más a uno de los luchadores de Bacon— a la chica dibujada por Shaun Tan que avanza por la (monstruosa) ciudad, devorada por la tristeza y la soledad, hasta que encuentra un pequeño árbol rojo que la hace volver a soñar. Porque a pesar de la pesadumbre en “de continuo...” tenemos la sensación de que hay esperanza, tal vez sea por la ingenuidad que transmite el personaje, aunque la sobriedad de la temática, perfectamente reflejada en el dominio de los blancos y negros nos evoque a las desoladas composiciones de OPS antes de convertirse en El roto.

También las calles y las estancias nos transportan a las viñetas dibujadas por Vázquez, sobre las que sufrían las más variadas penitencias sus criaturas, aquellas ciudades impersonales y grises, como lo eran las ciudades españolas del desarrollismo franquista, cuando tras el permiso del “amigo americano” el Opus Dei tomo el poder de manos del valido Carrero Blanco.
También las calles y las estancias nos transportan a las viñetas dibujadas por Vázquez, sobre las que sufrían las más variadas penitencias sus criaturas, aquellas ciudades impersonales y grises, como lo eran las ciudades españolas del desarrollismo franquista, cuando tras el permiso del “amigo americano” el Opus Dei tomo el poder de manos del valido Carrero Blanco.
Tal parece que el personaje creado por Begmont buscase un autor, como en la obra de Pirandelo, alguien que le diese una oportunidad para vivir. Como Wakefield cuando abandona el hogar intentando escapar de la aplastante rutina y cuando vuelve "al calor del establo", veinte años después, y lo encuentra tal y como lo había dejado, como si nada hubiese pasado. Escribe Hawthorne al final del relato: "En la aparente confusión de nuestro mundo misterioso los individuos se ajustan con tanta perfección a un sistema, y los sistemas unos a otros, y a un todo, de tal modo que con sólo dar un paso a un lado cualquier hombre se expone al pavoroso riesgo de perder para siempre su lugar." También podría ser Batleby, el escribiente descrito por Mellville, que un día ya no puede más y responde: “Preferiría no hacerlo”, a partir de ahí, llegará, o dejará que llegue, el despido, la cárcel y la muerte, como si adivinase a los personajes de Kafka, a Un artista del hambre o al Joseph K de El proceso, el que ve con asombro como lo degüellan como si fuese un animal, mientras intenta asumir la culpa de algo que él no hizo y sin ni tan siquiera saber cual fue el pecado no cometido; anticipándose a como morirían, poco después, los judíos y los gitanos y los comunistas y cualquiera que no fuese como ellos o como ellos querían que fuésemos, sacrificados en los campos de la patria.


Belén Garcia Montoya tiene la sensibilidad de saber plasmar en el dibujo esas sensaciones utilizando tintas planas y colores fríos, collage con trozos de periódico, negros y grises, malvas y un elegante verde mayo.
A la exposición solo le falta la música de Schubert de El viaje de invierno o alguna canción de Enrique Urquijo y Los Problemas para complementar el paseo por las paredes de la Galería Texu donde se apelotonan las viñetas partidas de una vida rutinaria y perdida, de una vida sin principio ni fin, donde cada día es igual al anterior, pero aun así la pintora nos reserva el derecho a la esperanza, la esperanza de los que nada tienen y ya nada esperan, de continuo…
A la exposición solo le falta la música de Schubert de El viaje de invierno o alguna canción de Enrique Urquijo y Los Problemas para complementar el paseo por las paredes de la Galería Texu donde se apelotonan las viñetas partidas de una vida rutinaria y perdida, de una vida sin principio ni fin, donde cada día es igual al anterior, pero aun así la pintora nos reserva el derecho a la esperanza, la esperanza de los que nada tienen y ya nada esperan, de continuo…
Y aunque Scott Fitzgerald nos haya dicho que no hay segundas oportunidades, Begmont nos quiere hacer creer que si, de continuo…

“De continuo… me escapo… nos ahogan… pierdo la cabeza… de continuo… atormentado… nos acusan… me voy… de continuo… pasamos por el aro… me enamoro… nos cruzamos sin mirarnos… de continuo… odio… te llamo… el mundo se me queda pequeño… de continuo… la vida… de continuo… continúo… de continuo… tú…”
BEGMONT

Una gran exposición. Es cierto que los cuadros de Begmont recuerdan a esos personajes de kafka, encerrados en su presente y condendos a un futuro sin salida o de muy difícil solución. Sin embargo hay pequeños intentos de salir del determinismo, esos brazos que se salen del cuadro.... Quizás sea ese atisbo de esperanza la que logre que la obra de Begmont me transmita optimismo.
ResponderEliminarMuchisimas gracias Juan Carlos por este estupendo post que has dedicado a la exposición "de continuo"
ResponderEliminarPor supuesto que hay y me alegro que el espectador perciba atisbos de esperanza y optimismo...siempre hay salida para todo,incluso en las escenas mas enjauladas,el personaje,al igual que nosotros en el "de continuo" de la vida,encontraremos la solución...
Gracias Juan y gracias también a Ángel por su critica.
Saludos
Es una pena que la realidad sea tan tozuda
ResponderEliminarEl estado de bienestar enmascara el contexto de la realidad con innumerables “recetas”, esteticistas envoltorios invisibles que presuponen el perfecto resumen de una cotidiana conciencia sometida al interés especulativo. Banales esperanzas de la imagen. Pero el texto está ahí, y nos muestra sin duda que la debilitación del pensamiento corresponde al reblandecimiento de los lenguajes, las ideologías, y que afecta en mayor medida a la forma de vida personal. Sin embargo, todo ciudadano está embarcado en ese desvanecimiento simultáneo del Ser y el Sujeto en el cuadro del fin de la Historia, y puede sentir en su propio cuerpo cómo el tiempo ha perdido su íntimo privilegio de libertad, no sólo de la conciencia y la representación, sino incluso de la emancipación en el colectivo de la humanidad.
ResponderEliminarEl tiempo se ha desincronizado de sí mismo al igual que los ideales, se ha fragmentado en pedazos incomprensibles y ha dejado de ser un “orden de sucesión” para convertirse en un espacio de coexistencias simuladas, mutuamente ignoradas e incomunicadas. De continuo se establecen claves y mensajes de desesperación en todas las ilusiones –fenomenológicas, lógicas o dialécticas- de acceso directo a lo real: desde que lo real se confunde con la apariencia, queda eliminada toda sensación de compartir con otros un mismo tiempo. Los tiempos se dispersan en el espacio comunicacional según trazos locales y estratégicos, crecen en algunos huecos de nuestro inconsciente racional; pero al final se pierden sin recomponer jamás un punto de vista común en una finalidad orientadora dirigida a través de numerosos obstáculos generados por las pequeñas diferencias y las bajas pasiones. De continuo… se detiene y arrastra en su caída al Sujeto y al Ser. Lo que queda es simplemente el discurso, la palabra dicha que ya no tiene interlocutor ni referente y se fragmenta en juegos de lenguaje inconsistentes. Esto resulta más grave cuando se comprende que implica que las Personas se reducen al estatuto de anónimos portadores y transmisores inconscientes de signos. Todo es, definitivamente, lenguaje, y el soporte creativo nos presenta un campo semántico limitado en el que los significantes, los textos y los discursos hablan para sí mismos en una superficie de ilustraciones post-ideológico de carácter unidireccional, donde no queda nada de sensatez, pues tan solo obedecen a una prodigiosa regularidad globalizante que controla cualquier atisbo de individualidad: El Código, impuesto, rige las vidas de una forma inevitable porque como formulaba Barthes, los usuarios “lo reciben, pero no leen”: las significaciones pasan por ellos, les atraviesan y procesan, sin establecerse en su conciencia o en su voluntad ni dejar huellas.
Acabo de leer tu ¿crítica? (se aleja tanto de las que leemos consideradas como tal que inerrogo el término).
ResponderEliminarEn primer lugar me encanta la obra, es una pena que no pueda verla en directo y sacar mis propias conclusiones. Da igual, estuviera de acuerdo o no con las tuyas, haces un ejercicio de lo que debería ser una crítica perfecta:
1- Amplitud de miras (lo que ahora se llama transversalidad), tanto sincrónica como diacrónica, conectando estilos, géneros y épocas. Eres consciente de que dominas la literatura, pero en el campo de las artes plásticas te veo más inseguro. Hay más referencia. Suelta el lastre de la timidez y la desconfianza en ti mismo!!!
2- Subjetividad (generosa en este caso), muy bien expresada a través de todas tus evocaciones. "Tu texto es parcial, apasionado y político; es decir, hecho desde un punto de vista exclusivo, pero un punto de vista que abra el máximo de horizontes". A mi no tienes que hacerme caso. Otra cosa es que tuviera la autoridad que tiene, pongamos quien ha escrito "Las flores del mal", como el firmante de las palabras entrecomilladas.
3- Fantástica prosa, que en este género supera tus problemas anteriores a la hora de enfrentarte a textos largos. Tampoco debes tener miedo a la hora de hacer literatura, eso no desnaturaliza una crítica, sino que le da más personalidad. Los valores literarios deben estar presentes en la crítica de arte. G. Borrás y J.A. Ramírez coinciden en que un buen crítico también debe ser un buen escritor, y de hecho a lo largo de la historia nos hemos encontrado con que los grandes críticos siempre han sido grandes escritores como Diderot, Baudelaire, Ruskin, etc. Tus palabras, hermosas, se alejan de esos ejercicios puramente ornamentales, retorcidos y vacíos de contenido, que tanto temen J. Hernando y numerosos lectores habituales de crítica. F. Calvo Serraller reconoce que esa falta de claridad es uno de los reproches más habituales que el público hace a la crítica, explicándola por la necesidad “de estar a la altura artística equivalente a la obra juzgada”, de “recrear al máximo el potencial expresivo que se cree que posee la obra”. El ego de los críticos, vamos.
4- Función de lazarillo, que guía al público perdido ante la copiosa oferta expositiva, muchas veces difícil de desentrañar en todos sus significados.
Pienso en algún punto más, pero la pereza, como siempre, me vence, así que en resumen, tu crítica es PER-FEC-TA. Enhorabuena. Me superaste, yo nunca podría haberlo hecho, je,je.