Esta noche me han despertado de un sueño, el techo de la habitación se cubrió de nubes negras y empezó a llover sobre mí. La cama se inundó, empecé a chapotear inútilmente, intenté cerrar los ojos con las manos para no ver la tormenta, pero los destellos de los relámpagos atravesaban mis dedos y acuchillaban mis pupilas como si fuesen hojas de afeitar.
La luna que apenas unos minutos antes brillaba en lo alto se apartó para no ver el dolor. El viento vociferaba furioso y levantó las sabanas arrojándolas contra las paredes. Me quedé desnudo en mitad de la noche rota.
—No puede ser, no puede ser —repetí atónito— sólo era un sueño, un sueño.
Mordí la almohada y aplasté mi corazón contra la oscuridad.
—¡Estoy despierto! Esta pesadilla es la realidad.
fotograma La edad de oro
—No puede ser, no puede ser —repetí atónito— sólo era un sueño, un sueño.
Mordí la almohada y aplasté mi corazón contra la oscuridad.
—¡Estoy despierto! Esta pesadilla es la realidad.
fotograma La edad de oro
que bello escrito, como el coñac en el café, como un suicida cayendo...
ResponderEliminaramo la sórdida depresión y los escritos que no nacen para hacer más cómoda la vida
un abrazo.
Me encanta el coñac en el café, nunca pensé que escribía tan rico, gracias Mareva.
ResponderEliminarTambién amo los escritos que no nacen para hacer más cómoda la vida, pero odio la sórdida depresión, me gustaría coger un martillo y clavarla en la pared y dejarla allí, pudriendo a la lluvia y al sol, lejos de mí.