¿Dónde vas buscando el amor? Sólo el vacio de la muerte te salvará, no habrá nada que mitigue tu dolor. La derrota de tu inmenso amor apenas correspondido, la miseria de él, la desesperación tuya. El amor fou, la belleza pura de un sentimiento cortante como el diamante. Ves pasar la vida desde la ventanilla del vagón y nada te consuela, has llegado muy lejos, lo has entregado todo y ahora sólo te queda recoger el fruto de las flores del mal.
Aquella mujer lo había apostado todo al rojo y había salido el 22 negro, ahora ya no le quedaba nada. Su apuesta decían que había sido temeraria, pero ella no sabía jugar de otra manera, ahora se había quedado con el culo al aire y no tenía a quien acudir. Pensó que tal vez sería perdonada por aquellos a los que había hecho tanto daño, pero sólo encontró su desprecio.
ResponderEliminar(Aquella mujer. LLoviendo piedras. Agosto 2010)
Uno de mis libros preferido. Una historia de amor maravillosa y la más triste de la historia
ResponderEliminarde la literatura.
Ana se jugó hasta lo màs preciado ,su amado hijo Sergio.
No pudo superar tanta tristeza, y las vias del
tren fueron su último refugio.
Marta
Mando al criado regresar a Moscú y ella echó a andar despacio a lo largo del andén. El corazón le saltaba dolorosamente dentro del pecho."¡No toleraré por más tiempo que me hagas sufrir!", le dijo mentalmente al que acusaba como autor de todas sus torturas.
ResponderEliminarSeguía andando hacia el extremo del andén, sin prestar atención a los comentarios que su aspecto iba sugiriendo a los que con ella se cruzaban. El jefe de estación le preguntó si aguardaba el próximo tren.Contestó con un gesto ambiguo y siguió andando.
"¿Adónde iré, Dios mío?", se preguntaba desalentada. Había llegado al final del andén, desde donde unos cuantos escalones bajaban hasta el nivel de las vías.
Un tren de mercancías entró en agujas, y Ana se acordó de repente del hombre que murió aplastado en la estación de Moscú, el día de su primer encuentro con Wronsky. Instantáneamente decidió lo que tenía que hacer. Bajó rápidamente los escalones y se puso a un lado de la vía, mirando acercarse la enorme máquina, con sus grandes ruedas y robustas bielas. Con la vista calculó la distancia entre las ruedas delanteras y las traseras del primer vagón y miró el lugar donde exactamente se arrojaría entre ellas al pasar. "Allí moriré —pensó—; será su castigo y quedaré libre de él, de todos y de mí misma."
Para lanzarse bajo el vagón quiso desprenderse del bolso que llevaba pasado en el brazo por las asas. En ellas se le enredó la mano y perdió la ocasión de tirarse. Esperó el segundo vagón. Le sobrecogió un momento una impresión parecida a la que sentía al ir a entrar en el agua para bañarse en el río, y, como hacía en el baño se persignó. Aquel gesto familiar trajo a su memoria una instantánea de un relámpago, en un brevísimo momento, se le representó toda su vida pasada, radiante y feliz hasta su caída.
No quitaba los ojos del segundo vagón. Cuando pasaron ante ella las ruedas delanteras, tiró el bolso a lo lejos, encogió la cabeza entre los hombros y se arrojó de rodillas bajo el vagón. En el mismo instante se horrorizó de su acto y quiso levantarse, pero una enorme masa metálica la golpeó en la cabeza y la tiró de espaldas. "¡Dios mío, perdóname!", tuvo tiempo de exclamar, comprendiendo que ya no había remedio. Y la luz que había alumbrado su vida, con sus inquietudes, desengaños y torturas, brilló un instante más viva qué nunca y le hizo ver claro en las tinieblas de su alma; dio un postrer destello, vaciló y se apagó para siempre.
Que prcioso xc.Me encantaría escribir como
ResponderEliminarlo haces tú, pero claro, yo no soy poetisa.
Y aunque soy sensible eso no basta. Tu lo tienes todo junto.
Besos .
Marta
lo de URL no es para mí