
Juan Barreiro.- Gentes
La ciudad plasmada en colores, figuras humanas que se detienen en el tiempo, quedan atrapadas en cuadros llenos de profundidad y vida. Los ciudadanos, los hombres y las mujeres, como protagonistas, rodeados de ruido y máquinas, caminan sobre las aceras entre torres de ladrillo y cristal y coches furiosos que no se detienen. Un carrusel donde transcurre la vida cotidiana.
Colores tirados sobre las calles, reflejos del sol en los rostros, sueños que caminan sumergidos en un mundo de trabajo, tensión y deseo de vivir. Encuadres cinematográficos ocupados por colores que parecen sacados de la paleta de Raoul Coutard, el fotógrafo de la Nouvelle Vague, entre azules y grises de ciudad.
Podemos buscar en las líneas, en los brochazos, en las siluetas recortadas, en el trabajo de la espátula, en los colores, el recuerdo de los primeros pintores que se liberaron de la tradición e inventaron el futuro, como Cezanne cuando descomponiendo los planos y simplificando las formas, crea una nueva dimensión que rompería el espacio y también el tiempo, enseñándonos que los puntos de vista son múltiples.
Pero no todo es movimiento, los personajes tienen vida propia y reclaman un momento para si mismos, un instante en el que mostrarse tal cual son. Juan trabaja los retratos enseñándonos lo que hay detrás de la mirada, las cosas que no decimos y que sentimos; más que lo que somos, lo que queremos ser. Aquí ataca el lienzo con otra intensidad, del trabajo casi agresivo de la espátula pasa al pincel reposado, es un tiempo para la reflexión y la interioridad, los colores se atenúan y acolchan a los personajes. La obra se hace más serena ante nosotros, ya que es a nosotros mismos a quienes pinta.
http://www.juanbarreiro.es/
Muchas gracias por la entrada! estáis todos invitados a la inauguración hoy a las 19:30, nos vemos luego!
ResponderEliminarLa niña está dormida sobre el regazo de su madre. Abraza una mantita blanca, su manta blanca de la suerte, la misma manta en la que le envolvieron nada más abrir sus ojos al mundo. Su madre mira por la ventana y sonríe. Las luces de la ciudad que despierta siempre le recordaban a su tierra, la tierra de sus antepasados, los Ogoni. Recuerda. Atrás quedó el viaje en patera: la niña aún en su vientre, su hermano Abayomi en los brazos. Cierra los ojos y vuelve a escuchar el crujir del cayuco como un lamento en la fría noche, las olas batiendo furiosas sobre las rocas. Vuelve a sentir el silencio de los otros hombres que con ella viajaban hacinados. Recuerda el miedo reflejado en todos los ojos, en todas las miradas, sabían que muchos cayucos vencidos por el peso y la marea se abrían en dos como animales heridos y entonces el mar abría su seno hambriento y los devoraba. Sabía que cada minuto podía ser el último. Miraba las estrellas, si sobrevivían, su hija llevaría el nombre de una estrella. Sonríe, recuerda que entregó a los hombres del puerto un papel arrugado con un nombre: Isidro Macías, el nombre de su esperanza. Otras mujeres habían llegado antes que ella. Ellas se lo habían dicho: ese hombre le daría cobijo y ayuda, estaría a salvo, sin preguntas. Sonríe, todo se ha cumplido, un techo, un trabajo, una escuela para sus hijos, en la tierra prometida. Sonríe. Su hija se llama Sirio y duerme tranquila…
ResponderEliminarLa exposición de Juan Barreiro, Gentes, en la Fundación Alvargonzález de Gijón, nos muestra una galería de imágenes de personas anónimas que ríen, hablan, disfrutan de la vida, se encuentran con amigos, leen a escondidas ajenas a todo, gentes que aman o sueñan, invitando al espectador a imaginar mil historias, sin duda, una visita imprescindible.
,,me gusta el comentario de Raquel y las pinturas de Juan, como dicen Raquel llenas de historias. El Arte es Literatura, la Música, la Pintura, la Escultura y hasta la propia Literatura son Literatura. Vale ya lo he dicho, y además lo creo...
ResponderEliminarSomos lo que hacemos no lo que decimos...