viernes, 29 de octubre de 2010

La muerte de Artemio Cruz









Carlos Fuentes, La muerte de Artemio Cruz (1962)
«Yo sentí, al escribir , La muerte de Artemio Cruz, que debía tener una idea clara de la tradición a fin de añadir algo a la realidad mediante la imaginación. ¿Cual es el cruce de caminos entre el destino individual y el destino histórico? La Revolución mexicana es el tiempo histórico de mi personaje. México mismo, su territorio, es el espacio de la novela.»

La primera Revolución mexicana, la que transcurrió entre 1810 y 1821 y consiguió la independencia de la España de los traidores Borbones, costó 300.000 almas (si, eran almas, los indios no cuentan), arrasó un país de seis millones de habitantes y creó una gran inestabilidad (caos) social y política, cuyo máximo exponente fueron las guerras civiles y las sucesivas derrotas contra los gringos. Benito Juarez, presidente de la República, tras expulsar a los franceses y fusilar al emperador de opereta Maximiliano de Habsburgo (Maximiliano I de México) en 1867, consiguió dar una organización política estable al país (jajaja) y separar la Iglesia del Estado (más risas).
La dictadura de Porfirio Díaz (1876-1910), trajo el orden, la paz y progreso (la disciplina militar, la paz de los cementerios y el progreso del capital extranjero, sobre todo el yanqui, y el suyo propio).
En 1910, el tirano llevaba 36 años en el poder, sólo la revolución fue capaz de acabar con su gobierno de mierda, instaurándose un régimen "democrático" que fue derribado por un golpe militar apoyado por los vecinos del norte. Estos acontecimientos produjeron un movimiento revolucionario, una década de violencia, de muerte y destrucción, para alcanzar las "grandes" reformas sociales (nada).
Con esta Segunda Revolución los daños fueron mayores, 700.000 muertos y 300.000 refugiados en Estados Unidos; las infraestructuras se destruyeron, la industria y el comercio se perdió y fueron arrasados ranchos y ciudades.
En 1926 comenzó la Guerra de los Cristeros, campesinos pobres, en la que perecieron 70.000 de ellos, hasta 1929 en que el PRI ocupa el poder dando estabilidad al gobierno (su gobierno) y a las instituciones (sus instituciones), e iniciando una reforma agraria, que mejoró las condiciones de vida de los jornaleros (sus jornaleros) y los obreros (sus obreros), y creó organismos de ayuda social (sus organismos, los de sus huevos), aunque a costa de que la democracia (orgánica, como la de Franco, o sea de los huevos) sólo fuese una palabra en el latón de las instituciones.

Este es el marco histórico en que transcurre la vida de Artemio Cruz, un pendejo que recuerda, más muerto que vivo, todas las chingadas que hizo en su larga existencia y como todas se justifican por el bien de sí mismo. El presente de la sangre en pudrición se mezcla con el pasado cercano de su triunfo y su poder, y con el pasado lejano de sus comienzos de (falso) héroe legendario. Recuerda el amor de aquella que dio la vida por él y como intentó en vano conseguir el amor de su esposa, que renunció a la felicidad (aunque se entregase a él con pasión en la noche) por la venganza. La vida como una partida de cartas, donde sólo ganan los que no se arredran en el envite porqué lo único que hay que perder es la vida, y esta no vale nada.

«Deseamos el mayor bien posible para la patria: mientras sea compatible con nuestro bienestar personal: seamos inteligentes: podemos llegar lejos: hagamos lo necesario no lo imposible: determinemos de una vez todos los actos de fuerza y crueldad que nos sean útiles de una vez: para no tener que repetirlos: vamos escalonando los beneficios para que el pueblo los saboree: la revolución puede hacerse muy de prisa: pero mañana nos exigirán más y más y más: y entonces no tendríamos nada que ofrecer si ya lo hemos hecho y dado todo: salvo acaso nuestro sacrificio personal: ¿para qué morir si no vamos a ver los frutos de nuestra heroicidad?: tengamos siempre algo en reserva: somos hombres no mártires: todo nos será permitido si mantenemos el poder: pierde el poder y te chingan: date cuenta de nuestra fortuna: somos jóvenes pero estamos nimbados con el prestigio de la revolución armada y triunfante: ¿para qué peleamos?: ¿para morirnos de hambre?: cuando es necesario la fuerza es justa: el poder no se comparte:
¿y mañana? estaremos muertos, diputado Cruz; que se las arreglen como puedan los que nos sucedan»

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