martes, 26 de octubre de 2010

Contrabando de chinos














El padre de mi bisabuelo era capitán de barco, se dedicaba al contrabando de chinos en el Golfo de México.
Los culíes embarcaban en el puerto de Shangai, escapando de la hambruna de la región cantonesa del delta del río Pearl arrasada por las inundaciones y la Segunda Guerra del Opio contra los británicos, con la qué estos consiguieron legalizar el comercio del opio y el tráfico de culíes. La travesía duraba unos cuatro meses, en la sentina de los buques se amontonaban unos trescientos chinos de los que morían unos treinta, aunque siempre había casos como el del buque ingles Duke of Porland, que llegó a La Habana el 30 de agosto de 1856 procedente de Honk Kong con solo treinta y dos chinos de los doscientos que embarcara; pero el caso más famoso fue el de la fragata cubano/española Dolores Ugarte, en la que al avistar la costa los culíes se amotinaron y el barco se incendió pereciendo toda la tripulación y seiscientos cantoneses.

El primer cargamento amarillo lo trajo el Oquendo en 1847, bergantín propiedad del hacendado vasco Julián de Zulueta, a ciento setenta pesos cada chino. Tras la Guerra de Secesión americana, con la abolición de la esclavitud en toda la Unión, y la destrucción de la industria azucarera de los estados del sur, la producción cubana se duplica para lo que necesita abundante mano de obra barata, llegándose a pagar los chinos a cuatrocientos pesos (un peso equivalía a un dólar). Los primeros que se dedicaron a este negocio fueron los antiguos negreros, pero ahora intentaron ocuparlo los ricos terratenientes para abaratar los costes de sus plantaciones, fletando nuevos buques y entrando en contacto con las mafias chinas que se encargaban de proporcionar el "Stock de Colíes" en los puertos de origen. Los emigrantes asiáticos, que cobraban cuatro pesos al mes, pagando uno por su manutención, se suicidaban en masa, pero llegaron a alcanzar, sólo en Cuba, el numero de 150.000 almas (no se si tenían derecho a alma).

El negocio iba viento en popa a todo el mundo le convenía y sobre todo tras la abolición de la esclavitud en los Estados Unidos. En 1877, bajo el gobierno de Porfirio Díaz en México, se necesitaron trabajadores para construir el ferrocarril y explotar las minas, se trajeron a los chinos, una de las rutas era la de Cuba. Las embarcaciones cubanas los esparcían por la costa gringa, siendo Nueva Orleans y el puerto de Charleston los principales puntos de entrada.
Todo el mundo estaba untado, pero aquella noche de boca de lobo, se cruzaron con una nueva patrullera, la Morning Star, al mando del capitán O´rurke. Era su primer destino y al encontrarse con la goleta en la noche no supo comportarse, nadie le había advertido de que tenía que hacer la vista gorda y dejar pasar al barco, que ya mas tarde cobraría su parte del botín. Gritó ordenes de alto por el megáfono y mando artillar la ametralladora de proa. Al verse atrapado, mi tatarabuelo Carlos, mando arrojar a los chinos por la borda, soltar todo el trapo y virar a estribor, los gritos de los desgraciados se oían sobre el viento, pero lo importante era que no los detuviesen con la mercancía  La maniobra no dio resultado y la goleta fue apresada, mi antepasado fue arrestado y condenado, por tráfico de recursos humanos, a tres años de prisión.

En el penal meditó lo que haría con su futuro, le habían retirado la licencia y ya no podría volver a navegar por el Caribe, su guapa novia, Dolores, estaba pirada por él, pero era la hija segunda de tres niñas, y su padre, el marqués, no tenía dote para todas. Sí se casase con el imbécil del hijo de don Armando, el dueño del astillero, que andaba como un perrito detrás de ella, podrían conseguir un capital para volver a empezar. Tres años de cárcel no era mucho tiempo sí la perspectiva a la vuelta era una buena posición... y ya se encargaría él de Armandito.

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