Pico della Mirandola (1463-1494) publicó en Roma en 1486 sus Conclusiones philosophicae, cabalisticae et theologicae, conocidas como Las 900 tesis, eran sus ideas sobre distintas materias, recogidas de las mas diferentes fuentes culturales, tanto de filósofos y teólogos latinos comos de los árabes, los hebreos, o pensadores cabalísticos o platónicos; y se ofreció a defenderlas en público. Su intención era demostrar que el cristianismo era el cenit de las distintas tradiciones culturales, religiosas y filosóficas. Quería discutir en Roma, en el año 1487, con los mas sabios de la Tierra, estas teorías, para que surgiese la paz entre todas las creencias. El Papa consideró heréticas algunas de sus proposiciones y las prohibió.
Precedió las tesis de una introducción en la que recoge la nueva imagen del hombre, basándose en el mito de Prometeo, contado por Platón en Protágoras (donde el hombre es la medida de todas las cosas), explica que el hombre se hace a si mismo, rompiendo con la Edad Media y el dogma del Pecado Original, el hombre se constituye en el centro del universo, siendo la libertad, no una meta sino un punto de partida hacia la plena realización.
Pico della Mirandolla, que con veintitrés años había raptado a la esposa de un pariente de los Medici, por lo que fue perseguido y herido, que fue juzgado y condenado por herejía, que fue excomulgado y encarcelado, murió envenenado en Florencia a los treinta y un años, pero nos dejó escrito el espíritu del Renacimiento, lo que él llamó: Discurso sobre la dignidad del hombre.
Honorabilísimos Padres:
En los escritos de los árabes he leído el caso del sarraceno Abdalah. Preguntando sobre que era lo más digno de admiración que aparecía en esta especie de teatro del mundo, respondió: «nada mas admirable que el hombre». Esta de acuerdo con aquella sentencia de Mercurio: «qué gran milagro es el hombre, Oh Asclepio». Daba vuelta yo a estos dichos y trataba de explicarlos sin llegar a convencerme del todo de lo que muchos afirman sobre la excelencia de la naturaleza humana. Afirman, en efecto, que el hombre es el vocero de todas las criaturas; emparentado con los superiores y rey de los inferiores. Intérprete de la naturaleza por la perspicacia de los sentidos, la intuición penetrante de su razón y la luz de su inteligencia. Puente entre la eternidad estable y el tiempo fluyente. Cópula del mundo, y como su himeneo, según los persas. Un poco inferior a los ángeles, según David. Todo esto es ciertamente muy grande, pero no la razón principal, según ellos, para apropiarse el privilegio de concitar con justicia la máxima admiración. ¿Es que no se ha de admirar más a los mismísimos ángeles y a los felicísimos coros celestiales?
Por fin me pareció llegar a entender por qué el hombre es el ser vivo más feliz y el más digno por ello de admiración. Y llegué a entender también cuál es la condición que le ha cabido en suerte en el Universo, que le hace despertar la envidia no sólo de los brutos, sino de las estrellas y las mismísimas inteligencias supramundanas. Cosa increíble y admirable, ¿y podría ser de otra manera si por ésta su naturaleza el hombre es llamado y reconocido con todo derecho como el gran milagro y animal admirable? [...]
En los escritos de los árabes he leído el caso del sarraceno Abdalah. Preguntando sobre que era lo más digno de admiración que aparecía en esta especie de teatro del mundo, respondió: «nada mas admirable que el hombre». Esta de acuerdo con aquella sentencia de Mercurio: «qué gran milagro es el hombre, Oh Asclepio». Daba vuelta yo a estos dichos y trataba de explicarlos sin llegar a convencerme del todo de lo que muchos afirman sobre la excelencia de la naturaleza humana. Afirman, en efecto, que el hombre es el vocero de todas las criaturas; emparentado con los superiores y rey de los inferiores. Intérprete de la naturaleza por la perspicacia de los sentidos, la intuición penetrante de su razón y la luz de su inteligencia. Puente entre la eternidad estable y el tiempo fluyente. Cópula del mundo, y como su himeneo, según los persas. Un poco inferior a los ángeles, según David. Todo esto es ciertamente muy grande, pero no la razón principal, según ellos, para apropiarse el privilegio de concitar con justicia la máxima admiración. ¿Es que no se ha de admirar más a los mismísimos ángeles y a los felicísimos coros celestiales?
Por fin me pareció llegar a entender por qué el hombre es el ser vivo más feliz y el más digno por ello de admiración. Y llegué a entender también cuál es la condición que le ha cabido en suerte en el Universo, que le hace despertar la envidia no sólo de los brutos, sino de las estrellas y las mismísimas inteligencias supramundanas. Cosa increíble y admirable, ¿y podría ser de otra manera si por ésta su naturaleza el hombre es llamado y reconocido con todo derecho como el gran milagro y animal admirable? [...]
Cuando Dios ha completado la creación del mundo, empieza a considerar la posibilidad de la creación del hombre, cuya función será meditar, admirar y amar la grandeza de la creación de Dios. Pero Dios no encontraba un modelo para hacer al hombre. Por lo tanto se dirige al prospecto de criatura, y le dice:
“Yo no te he dado ni rostro, ni lugar que te sea propio, ni ningún don que te sea particular, oh Adán, a fin que tu rostro, tu lugar, y tus dones, tu los desees, los conquistes y los poseas por ti mismo. La naturaleza de las demás criaturas, la he dado de acuerdo a mi deseo. Pero tú que no tienes límites, por tu propio arbitrio, en las manos del cual te he colocado, tú te defines a ti mismo. Yo te he colocado en el medio del mundo, a fin que tu puedas contemplar mejor aquello que éste contiene. No te he hecho mortal, ni inmortal; ni de la tierra, ni del cielo, a fin que por ti mismo, libremente, a la manera de un buen pintor o de un escultor hábil, acabes tu propia forma. De tal manera, que podrás transformarte a ti mismo en lo que desees. Podrás descender a la forma más baja de existencia como si fueras una bestia o podrás, en cambio, renacer más allá del juicio de tu propia alma, entre los más altos espíritus, aquellos que son divinos."
“Yo no te he dado ni rostro, ni lugar que te sea propio, ni ningún don que te sea particular, oh Adán, a fin que tu rostro, tu lugar, y tus dones, tu los desees, los conquistes y los poseas por ti mismo. La naturaleza de las demás criaturas, la he dado de acuerdo a mi deseo. Pero tú que no tienes límites, por tu propio arbitrio, en las manos del cual te he colocado, tú te defines a ti mismo. Yo te he colocado en el medio del mundo, a fin que tu puedas contemplar mejor aquello que éste contiene. No te he hecho mortal, ni inmortal; ni de la tierra, ni del cielo, a fin que por ti mismo, libremente, a la manera de un buen pintor o de un escultor hábil, acabes tu propia forma. De tal manera, que podrás transformarte a ti mismo en lo que desees. Podrás descender a la forma más baja de existencia como si fueras una bestia o podrás, en cambio, renacer más allá del juicio de tu propia alma, entre los más altos espíritus, aquellos que son divinos."
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