martes, 5 de mayo de 2009
Julia
Fred Zinnemann nació en una familia judía en Viena en 1907, y con esta película conseguiría su quinto oscar como director de no ser por el trabajo de Woody Allen en Annie Hall, si lo obtendrían, en cambio, Vanessa Redgrave y Jason Robards, mientras que Jane Fonda se quedo en puertas por su papel de la escritora Lillian Hellman, también lo conseguiría el guionista, Alvin Sargent.
Director de La séptima cruz, Solo ante el peligro, De aquí a la eternidad, Un hombre para la eternidad o Chacal, entre otras; fue un director que compaginó la producción y las exigencias comerciales de la industria, con sus inquietudes sociales y los problemas morales en los que defiende la libertad del individuo frente a las injusticias.
«Lo que he intentado siempre es decir lo que tengo que decir de la manera más sencilla posible» «Siempre me ha fascinado la idea de la conciencia, fotografiar ese conflicto expresado en las acciones o las elecciones. Normalmente, esto significa que no hay mucha acción externa. Es un desafío, un asunto muy delicado, pero muy cinematográfico».
En la gira promocional de Julia por Europa declara:
«En Julia trabajé durante dos años. Mi método de trabajo es siempre el mismo: cuando me encaro un tema, bien sea una novela, una obra de teatro o un argumento original, prefiero que el escritor elabore un primer borrador del guión. Después trabajo con él de dos a seis meses, depende de los obstáculos que encontremos. En el caso de Julia, Alvin Sargent y yo trabajamos durante cuatro meses. Con ese primer guión fuimos a Estados Unidos para entrevistamos con Lillian Hellmann. Durante tres días corregimos algunas cosas y reescribimos el guión en unas dos semanas, siempre con la supervisión de la escritora. A partir de este momento comienza la operación de producción, que en Julia fue bastante compleja, puesto que la acción transcurre, teóricamente, en cinco países distintos lo que, evidentemente, había que suplir con imaginación. La casa de la Hellmann se construyó en Inglaterra simulando las costas de California. Alemania se rodó en Alsacia (Francia). Las secuencias de Viena se rodaron en Estrasburgo (Francia) y se utilizaron unos estudios de París para simular la acción de Moscú.»
«La única persona que eligió Lillian fue Vanessa Redgrave, que se empeñó desde el principio en señalarla como única actriz capaz de interpretar el personaje de Julia. Jane Fonda, por su parte, mostró un interés enorme desde que la película era simplemente un proyecto, incluso antes de que me decidiera a dirigirla yo mismo.»
«Me interesaba mucho mostrar los orígenes del nazismo. Yo mismo vi en Viena, mi ciudad natal -señala Zinnemann- cómo comenzó todo aquello. Estudiaba en el Liceo y siempre pensé que la gente, en aquellos primeros años, subestimaba a Adolfo Hitler, a quien consideraban una especie de payaso. Un día, un compañero de clase llegó con una cruz gamada en el brazo. Le increpé y discutimos. Seis meses después nos peleamos y un año más tarde tiraban a la gente por las ventanas de la Universidad.»
(Franz Kafka muere en 1924, diez años antes de que sus libros fuesen prohibidos y quemados por los nazis y de que sus hermanas y su mujer fuesen asesinadas en Auschwitz-Birkenau, como también lo fue la sobrina de Gustav Mahler, director de la Ópera de Viena, la concertista de violín Alma Rosé Mahler que paso sus últimos años de vida dirigiendo una orquesta de condenadas a muerte, que ganaban cada día de vida tocando para los mandos de las Waffen-SS en el campo de exterminio; sin saber de que estaban acusadas y sin haber tenido un proceso, era como si hubiesen sufrido una transformación (metamorfosis) y se hubiesen convertido en insectos)
Lillian Hellman fue una dramaturga de gran fama por lo que muchas de sus obras fueron llevadas al cine (La loba, La calumnia) también escribió novelas como Tiempo de canallas donde denuncia la "caza de brujas". Llamada a declarar ante el Comité de Actividades Antiamericanas, para que denunciase a amigos y conocidos vinculados al Partido Comunista, declaró: "Herir a personas inocentes a las que conozco y quiero desde hace años para salvar mi vida, me parece inhumano, indecente y deshonroso". Dashiell Hammet fue condenado a prisión en 1951, a los 57 años de edad por negarse a colaborar con el Comité después de haber participado como voluntario en las dos guerras mundiales (fue enterrado con honores militares en el Cementerio Nacional de Arlington).
La película surge cuando está de moda el cine de catástrofes (cine catastrófico más bien) y es el fin de una manera de hacer películas; la Nouvelle Vague había criticado el cine histórico (que fue lo que acabaron haciendo todos ellos, menos Godard por supuesto) como antes los pintores franceses habían criticado a la Academia de las Artes, por sus rígidos corsés.
El cine comercial se entrega a los efectos especiales, el sensorround, la violencia y el sexo para competir con la televisión, por eso esta película es algo distinto, el canto del cisne. El cine americano era el cine europeo, construido por los creadores que escaparon de la Guerra, muchos de ellos judíos centroeuropeos; en los setenta los nuevos realizadores surgirán de la televisión primero y de las universidades después.
En el film, la música, la fotografía acompañan el ritmo marcado por el guión y los actores dan vida, realmente, a unos personajes extraordinarios.
Ver a Jason Robards dando vida a un hombre destruido como Dashiell Hammett, transmite una profunda emoción; ver como trata a su compañera, como la respeta y la anima, como la acompaña en el sufrimiento es un canto al amor.
Igual que lo es la relación entre las dos amigas, que pasa de la admiración en la ingenuidad de la adolescencia, al sacrificio de la propia vida por los demás.
Cuando los nazis entran en el edificio de la Universidad de Viena y arrojan por las ventanas a los profesores y a los alumnos que les hacen frente, mientras arden las pilas de libros, se nos hace un nudo en estomago, cuando vemos llegar corriendo a Julia con una barra de plomo en la mano, es la dignidad del ser humano, el valor frente a la injusticia en una batalla perdida.
Antes de la ceremonia de la Academia, la actriz se proclamó simpatizante de la causa Palestina, lo que creó un gran escándalo en la poderosa comunidad judía llegándose a quemar retratos suyos. Al recibir el Óscar Vanessa pronunció estas palabras: «Queridos colegas: quería daros las gracias. Pienso que Jane Fonda y yo hemos hecho el mejor trabajo de nuestra vida. Desde aquí os saludo y rindo tributo por no dejaros intimidar ante las amenazas de un grupo de sionistas matones, cuyo comportamiento es un insulto a la verdadera talla de los judíos de todo el mundo. Y os prometo que seguiré luchando contra el antisemitismo, la opresión y el fascismo».
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario