martes, 28 de agosto de 2012

Catálogo Contexto





La idea dominante sobre el arte conserva la fundamental característica del arte griego clásico que es la organicidad, pero ya con la aparición del helenismo surgen nuevas orientaciones y se impone la búsqueda de otra realidad. La unidad estilística se rompe y comienza un arte complejo y original a la vez. Ya no interesan tan solo los dioses y los héroes, ya todo es digno de ser representado por feo o extraño que sea. Con Miguel Ángel los artistas abandonan la idealización aristotélica y se pegan a la realidad, a la dura lucha por vivir de los hombres y las mujeres, donde la expresividad y el movimiento romperán los cánones clásicos. Surgirá un realismo un tanto amargo, donde se prefiere el desequilibrio de los cuerpos retorcidos a la serenidad fidíaca, el dramatismo de rostros atormentados a la belleza ideal, los cuerpos se retuercen, expresarán dolor.

Porque el hombre desea, trabaja, sueña con la libertad; y odia la condición de siervo. Pero el camino es difícil, muy pocos lo consiguen, muchos protestan, otros callan y mueren, el studere, el trabajo, el duro aprendizaje diario es el camino para conseguir esa libertad.
Aunque la meta no la alcancemos nunca, es en el viaje donde forjaremos nuestro espíritu, el de un hombre libre, que aunque no llegue, aunque tenga que sufrir los latigazos del infortunio y la injusticia, se sentirá libre, no lo podrán engañar, con lisonjas ni zanahorias, el sabrá la verdad. No puede haber final sin principio y si nunca damos un paso nunca caminaremos, nunca nos perderemos ni caeremos ni seremos robados, ni heridos, ni maldeciremos , pero algún día llegaremos al final, ese momento en el que estaremos solos y sabremos lo que hemos hecho, ese día, ya noche, sabremos si fuimos libres o esclavos.

Como explicó Edgar Allan Poe en La carta robada «Los axiomas matemáticos no son axiomas de validez general. Lo que es verdad de relación (de forma y de cantidad), es a menudo grandemente falso respecto a la moral, por ejemplo. En esta última ciencia por lo general es incierto que el todo sea igual a la suma de las partes».

Wittgenstein nos enseñó que no existen los lenguajes privados, no es posible, por tanto, una obra artística privada. La creación, un acto íntimo, casi secreto, no puede dejar de ser un acto de comunicación. Siempre tiene una intención de dar vida, una catarsis en la que intentamos fijar los sentimientos y las ideas, que en un instante alumbran nuestro cerebro. Queremos atraparlas como si abriésemos los ojos en mitad de un sueño, para que no se nos escapen como “lágrimas en la lluvia”.

Me pregunto si un recuerdo es algo que se tiene o algo que se ha perdido, pero no quiero pensar en ello, es demasiado doloroso: si es algo que todavía tengo, la herida estará abierta como la quilla de un barco torpedeado que se va al fondo sin remisión; en cambio si el recuerdo es algo que ya he perdido, la vida no tiene sentido. ¿Es necesario morir para volver a vivir o ese recuerdo lo que construirá será un zombi, un muerto que camina? Es mejor, por tanto, sufrir la desesperación del naufragio una y otra vez, como Prometeo encadenado, o será preferible convertirse en un en un robot.

El Rey Lear nos lo dijo:
—No te interpongas entre el dragón y su furia. Cuando la mente es libre, el cuerpo se vuelve delicado. Debemos obedecer a este tiempo triste, hablar lo que sentimos, no lo conveniente.

Frente a la actitud de los que se limitan a repetir, lo que oyen, lo que les enseñan y lo que nos dicen que veamos. Intentamos que la cultura sea algo muy diferente a un bonito escaparate, a lo que simplemente es una pátina hipócrita en la que se intenta comprar algo que no se posee, tapar con un adorno lo que se oculta.
Queremos unir pensamiento y deseo, cultura y vida en la búsqueda de la verdad (nuestra verdad) aunque ello nos haga tropezar contra el muro de una cultura oficial, pura nadería, simple decoración para alabar la estupidez de los buenos ciudadanos (súbditos en este reino de parados).

«Si la belleza es susceptible de producir amor, lo sublime tiene la
capacidad de crearnos inquietud y temor»
La frase de la obra de Burke sobre lo bello y lo sublime, se encuentra en medio de las ideas estéticas expuestas por Joseph Addison en Los placeres de la imaginación, donde desliga la belleza de la razón y la relaciona con la pasión, y los trabajos de Kant sobre el mismo tema. Estas teorías estéticas rompen con el tratadismo renacentista heredero de Vitruvio y de su triada: Firmitas, Utilitas y Venustas que marcan el concepto clásico de la belleza. El final de la obra de Miguel Ángel supone la ruptura con este clasicismo y la aparición del Genio, este será el hombre que busquen los románticos, un hombre, solo contra el mundo y sumergido en la creación artística como último estadio para conseguir la absoluta belleza, reflejo de Dios, de la que hablaban los Neoplatónicos. Es el final de Muerte en Venecia como ejemplo arrebatado, de la búsqueda de la belleza por el hombre.
Del concepto de lo sublime como algo que nos produce malestar y horror, nacen los grandes monstruos románticos: Drácula, Frankenstein, mister Hide, y las terribles pinturas negras de Goya y las “sublimes” composiciones finales de Beethoven.

¿La belleza, el amor, tienen algo que ver con el deseo? Desnudo en la soledad ¿que espero?, ¿la muerte, o el amanecer? El hombre sigue vivo por el deseo de estar vivo, por la ilusión de vivir. La amenaza de la muerte no nos incomoda, sólo la mala vida nos da la muerte. El genio (Miguel Ángel), dibuja para su amor, crea poemas eternos en los que describe el ansia, la imposible realización de los sueños, la decrepitud del cuerpo y la sublimación del amor en obra de arte: «Mi amiga es la melancolía, mi reposo el tormento».

http://mariacastellanos.net/jaime/contexto.pdf

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