Ya eran las cinco o todavía no eran las cinco, y dudaba entre ir a la playa o tomar otra copa, y como siempre el sentido del deber, o el pecado original, que no lo tenía muy claro, querían que fuese a la playa. A él, que tanto le gustaba antes, ahora le aburría, pero ya todo le aburría, mas bien era algo sin solución. Además estas vacaciones eran distintas, tenía algo que hacer, tenía un encargo, aunque no sabía muy bien como llevarlo a cabo. El tema se las traía, y no era cuestión de cagarla con una gilipollez. Así que pagó la cuenta y se encaminó hacia el hotel, no sin antes echar una mirada de reconocimiento sobre las mesas de la terraza, por si encontraba algo interesante.
El hotel era un viejo chalet, construido a principios del siglo pasado en estilo montañés, con sus grandes alerones de madera y con una torre en una de sus esquinas, le faltaba una mano de pintura, pero esto le daba un toque rancio que resaltaba lo presuntuoso del edificio. La dueña estaba a tono con el conjunto, debía de tener más de sesenta años, pero parecía que ya había nacido con esa edad. Era una bruja que se pasaba el día persiguiendo a las trabajadoras colombianas buscando algo nuevo que mandarles para que no se creyesen que eran alguien; se las traía su sobrino aprovechando el viaje que hacía cada año para traer chicas a la whiskería que había a la salida del pueblo.
Subió a la habitación, desde la que se podía ver la bahía, la mar estaba llena de surferos como cagadas de mosca jodiendo un pastel. Se puso el bañador y se fue a la playa.
Empezaba la tarde, el sol se iba inclinando y ya no hacia tanto calor así que podría sentarse a leer sin falta de sombrilla. Los niños corrían por la arena mientras las madres preparaban los bocadillos y se acordaban de la madre que parió a su marido. Abrió el libro, tal vez en las Confesiones de Tolstói fuese capaz de encontrar el sentido de la vida y el porqué de su profunda insatisfacción y su constante dolor de huevos; por desgracia se posaron a su lado una pandilla de adolescentes salidos, que se comunicaban por medio de gestos y gritos, como si fuesen los indios de una película del oeste. Cada vez que veían a una chica hablaban mas alto y todos a la vez, no sé sí era para que se les oyese lo que decían o para tocar los cojones al personal. Mientras, el hombre intentaba concentrarse en las divagaciones del escritor ruso sobre la utilidad del suicidio para la vida, pero esa tarde necesitaba algo más que paciencia, le habían llamado de la Central pidiéndole que acelerase el trabajo, y el no estaba por la labor, quería alargar su estancia en la costa el mayor tiempo posible, estaba harto de la capital y de aguantar las chuminadas de los jefes.
Se fue a dar un baño intentando que no le pegase ninguna tabla de surf en la cabeza. El agua, fría como siempre, sirvió para espabilarlo y hacerle creer que tenía diez años menos, así que estuvo nadando un buen rato antes de volver a la arena entre los pieles rojas.
Se fue a dar un baño intentando que no le pegase ninguna tabla de surf en la cabeza. El agua, fría como siempre, sirvió para espabilarlo y hacerle creer que tenía diez años menos, así que estuvo nadando un buen rato antes de volver a la arena entre los pieles rojas.
Por suerte había un chiringuito en el prao, sobre la playa. Pidió una cerveza y se quedó mirando a las gaviotas chillar como putas por un billete de cien euros. El sol no se cansaba así que se metió debajo del toldo de camión que hacia las veces de afrodisíaco chiringuito caribeño. La rapaza que estaba detrás de la barra tenía problemas con el chicle, creía que era una polla o algo así que se puede meter y sacar sin parar. La cerveza estaba tan caliente como la chica, pero no importaba, tenía las tetas grandes y la camiseta pequeña. Era todo un espectáculo verla servir a los clientes, no sé como no estaba en el parlamento o al menos en la televisión presentando un telediario.
Siempre tengo la duda de si fue primero el polvo o la culpa, estaba claro de que aquella mujer no tenía culpa ninguna pero tenía un gran polvo. Me ofreció un pincho de ensaladilla rusa o rosa, mientras estiraba el chicle de fresa, le dije que estaba haciendo la digestión del baño y le pregunté por la discoteca del pueblo:
—Lo tienes claro, sólo hay una y es de cuando se inventaron los pasodobles.
—¿Y entonces dónde vais de copas por aquí, por que supongo que no os quedareis en casa a rezarle a la Virgen del Carmen?
—¿Y entonces dónde vais de copas por aquí, por que supongo que no os quedareis en casa a rezarle a la Virgen del Carmen?
—Hacemos la ruta del puerto, empezamos por el que está más lejos y vamos subiendo, al final si quedan ganas, nos vamos a casa de alguien a seguir la fiesta. A la disco solo van los niños por la tarde y los madrileños a última hora a ver si cae algo.
—¿Y es verdad que la discoteca es del jefe de la policía local?
—Eso dicen, aunque el que está allí por las noches y hace de encargado es el hijo del dueño de la farmacia, que es tan tonto que ya lleva diez años en Salamanca para sacarse la carrera.
—Eso dicen, aunque el que está allí por las noches y hace de encargado es el hijo del dueño de la farmacia, que es tan tonto que ya lleva diez años en Salamanca para sacarse la carrera.
La chica fue a atender una mesa de recién llegados.
Al fondo había una partida de tute cabrón, entre unos tíos con pinta de marineros reciclados a mosca de bar. El mayor de ellos parecía Fu Manchú, tenía un bigote con pinta de oler a cerveza y coño de vieja, el que estaba a su lado debía de haber caído de algún lado, y los otros dos se insultaban sin remordimientos y sin el más mínimo respeto.
El espectáculo me enterneció, debió de ser por el olor a Varon Dandy y sudor, me hacía recordar la infancia y el olor del maestro cuando nos pegaba con la regla. España, qué gran nación. Es la ventaja de tener reyes franceses, que pasan de tí como de la mierda y lo único que quieren es la pasta, así el pueblo puede hacer lo que le dé la gana, o sea tocarse los cojones, mientras los políticos se llevan todo lo que pueden.
Sólo tenían el Marca, así que el hombre creyéndose John Wayne en Escrito bajo el sol pidió un bolígrafo a la camarera, Rosario creo que dijo que se llamaba, y se puso a escribir en una servilleta:
Hace tanto que no te veo
No recuerdo haberte visto
Sólo recuerdo tus pezones duros
Y el olor de tu sexo
Tal vez fue en otra vida
Pero no puedo dejar de pensar
Que me besaste en la oscuridad.
Sólo recuerdo tus pezones duros
Y el olor de tu sexo
Tal vez fue en otra vida
Pero no puedo dejar de pensar
Que me besaste en la oscuridad.
Se ve que con el calor se le estaba reblandeciendo el cerebro. Daba la risa ver a aquel hombre ensimismado en su servilleta. Los tertulianos hacía mucho que no veían a nadie escribir, así que pensaron que estaba rellenando una quiniela.
—¿Y qué, jefe, qué le va a poner al Sporting? Este año bajamos seguro.
—Si, con este entrenador, que más parece el relaciones públicas de una sidrería, seguro; sabe tanto de futbol como la madre de Tarzán.
—¿Pero Tarzán no era huérfano?
Alucinado por los conocimientos históricos del aborigen el hombre respondió:
—No, tenía a una mona de madre.
—La mona era Jane, que vaya buena que estaba con aquella faldita. Me acuerdo de una vez que llegó un gorila gigante y le quito la ropa. Fue la hostia, se montó una buena en el cine.
—No sabía que había cine en este pueblo.
—Si, claro que había, es donde está ahora la discoteca, se llamaba el Cine Roxi, creo que era por la fia del dueño, que se llamaba Rosa, Rosita la soltera le decían, hasta que un día la dejó preñada el cabo de la guardia civil en una borrachera de Soberano y tuvo que casarse con ella, era fea pa perru. Se fueron para Logroño o Burgos o por ahí, por que el picoleto era cazurro. Cuando murió el padre de Rosi el cine se cerró. Lo que no sabemos es como pasó a manos del farmacéutico.
—De lo que yo me acuerdo era de la pajillera que había en el cine, por veinte duros te la cascaba.
—Si, era Manolita, una chiquilla muda que dejaron abandonada en el pueblo y que don Servando, el cura, recogió.
—¿Y qué, jefe, qué le va a poner al Sporting? Este año bajamos seguro.
—Si, con este entrenador, que más parece el relaciones públicas de una sidrería, seguro; sabe tanto de futbol como la madre de Tarzán.
—¿Pero Tarzán no era huérfano?
Alucinado por los conocimientos históricos del aborigen el hombre respondió:
—No, tenía a una mona de madre.
—La mona era Jane, que vaya buena que estaba con aquella faldita. Me acuerdo de una vez que llegó un gorila gigante y le quito la ropa. Fue la hostia, se montó una buena en el cine.
—No sabía que había cine en este pueblo.
—Si, claro que había, es donde está ahora la discoteca, se llamaba el Cine Roxi, creo que era por la fia del dueño, que se llamaba Rosa, Rosita la soltera le decían, hasta que un día la dejó preñada el cabo de la guardia civil en una borrachera de Soberano y tuvo que casarse con ella, era fea pa perru. Se fueron para Logroño o Burgos o por ahí, por que el picoleto era cazurro. Cuando murió el padre de Rosi el cine se cerró. Lo que no sabemos es como pasó a manos del farmacéutico.
—De lo que yo me acuerdo era de la pajillera que había en el cine, por veinte duros te la cascaba.
—Si, era Manolita, una chiquilla muda que dejaron abandonada en el pueblo y que don Servando, el cura, recogió.
CONTINUARÁ
..a punto de irme a Boñar, no tengo mas remedio que parar para decirte que MOLA UN HUEVO, ¿tacos, palabras soeces, sexo explícito? Nada que no salga en un episodio de los Simpson; y no amigo no lo hace mas vulgar, lo hace mas real.ME GUSTA quiero más.
ResponderEliminarEn esta época de españoles por el mundo y asturianos por casa su puta madre, a nadie le interesan las historias "pequeñas".
ResponderEliminarUna historia es más interesante y didáctica cuanto mas "pequeña" es, porque más sabes de sus protagonistas. La sinceridad no abunda, así que observando se descubre el meollo del asunto.
Este capitulo me gustó mucho,será porque es más asequible para mí. Ademas se ve por donde van los tiros y eso lo hace más interesante.
ResponderEliminarMe gusta este poli, se parece un poco a Pepe Carballo, pero con tú personalidad.
No tardes mucho en escribir el pooximo.
M
Espero que no sea poli,como mucho detective privado chungo...
ResponderEliminarTamien hay muchos polis chungos,igualita.
ResponderEliminarM
Me faltó una b. lo siento
ResponderEliminarM