martes, 21 de abril de 2009
Pedro Garfias
Pedro Garfias (1901-1967) Redacta el Manifiesto Ultraísta en 1918 y participa en el Homenaje a Gongora de la Generación del 27. Durante la guerra fue uno de los fundadores de la Alianza de Intelectuales Antifascistas para la Defensa de la Cultura
"Se ha producido en toda España una explosión de barbarie... Este levantamiento criminal de militarismo, clericalismo y aristocratismo de casta contra la República democrática, contra el pueblo, representado por su Gobierno del Frente Popular, ha encontrado en los procedimientos fascistas la novedad de fortalecer todos aquellos elementos mortales de nuestra historia... Contra este monstruoso estallido del fascismo... nosotros, escritores, artistas, investigadores científicos, hombres de actividad intelectual... declaramos nuestra identificación plena y activa con el pueblo, que ahora lucha gloriosamente al lado del Gobierno del Frente Popular..." Se marchó a las trincheras siendo nombrado Comisario político del Batallón Villafranca en el frente sur. Tras la derrota cruza la frontera con Francia donde es internado en un campo de concentración. Consigue llegar a Escocia y mas tarde fue evacuado en el buque frances Sinaia con otros 1.620 republicanos al Mejico de Lázaro Cárdenas, donde moriría.
El “joven sevillano de Osuna”, como le llamara Alberti, vivió en el castillo de un lord en Eaton Hasting. “Garfias -cuenta Neruda- iba cada día a la taberna del condado y silenciosamente, pues no hablaba el inglés, sino apenas un español gitano que yo mismo no le entendía, bebía melancólicamente su solitaria cerveza... Cada noche Garfias era acogido por el tabernero, solitario como él, sin mujer y sin familia. Poco a poco sus lenguas se desataron. Garfias le contaba toda la guerra de España, con interjecciones, con juramentos, con imprecaciones muy andaluzas. El tabernero lo escuchaba en religioso silencio, sin entender naturalmente una sola palabra... Cuando Garfias hubo de partir para México se despidieron bebiendo y hablando, abrazándose y llorando. La emoción que los unía era la separación de sus soledades”.
En la isla escribe Primavera en Eaton Hasting que para Dámaso Alonso era el mejor poema del destierro español. Un poema bucólico con intermedios de llanto.
Ahora
Ahora sí que voy a llorar sobre esta gran roca sentado
La cabeza en la bruma y los pies en el agua
Y el cigarrillo apagado entre los dedos...
Ahora
Ahora sí que voy a vaciaros ojos míos, corazón mío,
Abrir vuestras espitas lentas y vaciaros
Sin peligro de inundaciones.
Ahora voy a llorar por vosotros los secos
Los que exprimís vuestra congoja como una virgen sus pechos.
Y por vosotros los extintos
Que ya exhaláis vapor de hieles.
Ahora voy a llorar por los que han muerto sin saber por qué
Cuyos porqués resuenan todavía
En la tirante bóveda impasible...
Y también por vosotras, lívidas, turbias, desinfladas madres,
Vientres de larga voz que araña los caminos.
Un llanto espeso por pueblecitos
Que ayer triscaban a un sol cándido y jovial
Y hoy mugen a las sombras tras las empalizadas.
Y por las multitudes
Que pasan sus vigilias escarbando la tierra...
Un llanto viudo por los transeúntes
Tan serios en el ataúd de su levita.
Ahora
Ahora puedo llorar mis llantos olvidados
Mis llantos retenidos en su fuente
Como pájaros presos en la liga.
Los llantos subterráneos
Los que minan el mundo y lo socavan
Los que buscan lo flor de la corteza
Y el cauce de la luz, los llantos mínimos
Y los llantos caudales acudan a mis ojos
Y fluyan en corrientes sosegadas
A incorporarse al llanto universal.
Sobre esta roca verdinegra
Agua y agua a mi alrededor
Ahora sí que voy a llorar a gusto.
Fernando Carmona escribe del paso del poeta por Guanajuato: “Pedro caminaba… era impresionante verlo, lento, abstraído, silente. Pasos, los suyos, llenos de pesadumbre ¿caminaba en realidad, por el pavimento físico o por los rumbos infinitos del sueño, que la noche prolonga hacia atrás de uno? Caminar hacia adelante en lo físico, caminar hacia atrás, dentro de uno, hacia el sueño de la propia vida, tan remoto… De noche es más diáfana la perspectiva interior, cuando las cosas, pegajosas, indestructibles, hunden sus agudos perfiles en el gran centro nocturno. Todavía murmuran por ahí los filisteos almidonados que Pedro iba borracho. El navío de una vida náufraga dando barquinazos en la noche. Bueno ¿y qué? Uno se emborracha, sin duda, por dos motivos. Tomen nota los filisteos. Por evadirse de uno mismo, por hacer una cosa, una cosa más —hasta la inercia—. Por no ser uno lo que es: oscuro agujero hacia la nada. El instante que se autodevora, incansable. Pero el otro motivo dice que, cuando uno ya acumuló demasiado llanto, lágrimas del llanto que no se llora, también se emborracha. Pues hay que encontrar de nuevo el hilo de la vida, el primer eslabón, de la nada hacia acá; en suma, la continuidad que nos permita seguir hacia delante. Sócrates, Dédalo, Hércules, tenían el noble gusto del vino por alegría de la vida. Pero, en estos días, ni en el vino hay alegría de la vida. Aquel era el camino que Pedro nunca puede caminar. Visto desde las calles de Guanajuato parecía solitario, siempre desierto, el camino de ninguna parte. Algo de su soledad, de su enigma remoto, allá arriba, en el borde de la montaña por el rumbo de la Presa, era la nuestra: digo que la nuestra porque la inolvidable imagen del camino hace un recuerdo único con la imagen de Pedro Garfias y la estampa del desterrado. Pedro logró recuperar, en las noches de Guanajuato, deambulando en procura del amanecer —en procura de sí mismo—, la pieza originaria, el cabo último de su vida, enredado en el drama de España… Esta es, por tanto, la imagen de Pedro Garfias, el hermano inamistoso; la imagen de un recuerdo”.
Santiago Roel, quien fue Secretario de Relaciones Exteriores de México, relata su final: “…le amortajé con un traje mío, el mejor, y es más, hasta le puse unos zapatos míos… que conservo, claro está, como un don querido. Hice más por él, y se lo digo con la emoción del momento: había pedido muchas veces, había escrito que se le metiera en la boca tierra de España cuando muriera. Así lo hice”.
Sus últimos libros de poemas fueron De soledad y otros pesares y Río de aguas amargas,
y su poesía mas conocida se titula Asturias
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