No hay vino bastante, ni sed suficiente.
Me gustaría estar aburrido, pero no es posible; siempre hay pensamientos, recuerdos, deseos, extraños remordimientos y odios profundos.
Sensaciones tan reales, como el agua de la lluvia, y tan frías como el llanto de mi madre.
Caminos oscuros, vacíos, sin luces, sin estrellas, ni tan siquiera caracoles que hagan ruido al pisarlos, ni charcos que me refresquen.
Es un espeso barro, un albañal de mierda, en el que a cada paso me hundo hasta las rodillas y en el que lo único caliente son las babas de los sapos.
Me gustaría oír al padre contar otra vez ese cuento de los panes y los pieses,
ese en el que aparece Dios y te da patadas hasta en el cielo de la boca, hasta que te arrepientes, de no sabes qué.
¿Cuanto puede valer una vida?, ¿cuanto deberían haberme pagado?
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