Cesar Naves utiliza sus vacaciones del año 2010, para viajar como
cooperante a una de las cimas de la civilización occidental, la montaña de mierda
que rodea la laguna Acahualinca en Managua, en la orilla sur del lago Xolotlán.
El Vertedero de La
Chureca surgió después del terremoto que asoló el centro de
la capital nicaragüense. Tras el seísmo de 1972 que produjo diez mil muertos y
una fortuna para la tiránica familia Somoza, (“Puede que sea un hijo de puta
pero es nuestro hijo de puta”, decía el presidente Roosevelt cuando se refería
a su adlátere) el gobierno se dedicó, en vez de restaurar con la ayuda
internacional, a bombardear las ciudades enterrando mas de 50.000 muertos en su
lucha contra la guerrilla sandinista.
La gente vive dentro del vertedero y para el vertedero. Doscientas
familias, entre 1.500 y 2.000 almas (en pena) viven allí, mueren allí. Pero
otras 20.000 personas se alojan en los barrios limítrofes al basurero, porque
allí es donde trabajan recogiendo basura de la basura, una basura de mala calidad
porque ya ha sido escogida previamente antes de ser arrojada a Acahualinca,
apenas solo les queda por recoger las bolsas donde se tiran los desperdicios,
estas bolsas las lavan en sus chavolas y luego tienden los plásticos como si
fuese su colada, para poder venderlos por un poco más de dinero.
Las fumarolas de gas metano salen a la superficie de la planicie
de detritus donde los niños escarban, a más de 35 ºC , para apenas ganar un
par de dólares al día. Por eso es mejor dedicarse a la prostitución, pueden
sacar veinte dólares al día, es el futuro de las niñas con suerte, las otras no
llegarán a viejas.
El proyecto que llevó a Cesar a trabajar en La Chureca consistía en programas
de higiene, de prevención de enfermedades sexuales y de alimentación. Mujeres
voluntarias del barrio intentan explicar a sus vecinas medidas higiénicas y de
prevención, también llevan carritos con libros haciendo de bibliotecas
ambulantes en una desesperada campaña de alfabetización, para que los niños
vayan a las escuelas. El proyecto procura buscar empleo a los varones que viven
dentro del vertedero para que las unidades familiares se puedan mantener sin
falta del trabajo de los niños.
Los cooperantes salían por las mañanas y visitaban las casas de
Acahualinca, donde pesaban y tallaban a los niños que se encontraban, con una báscula
de baño y un metro de costurera. Cesar estuvo allí treinta y un días. Me cuenta
como una mañana les asaltaron con un machete en plena calle. O como otro día,
cuando estaba almorzando en una pulpería, se les acercó un chaval, que no había
parado de mirarles mientras comían, y les preguntó:
—¿Ya acabasteis? es que yo me quiero comer eso que dejasteis en el
plato.
Cesar me explica que su ritmo es diferente y que tenemos que
aceptar esa forma de ser, que no podemos juzgarlos aplicándoles nuestras
costumbres.
En el poblado conviven las viudas y las prostitutas con sus hijos,
las niñas no pueden ir a la escuela porque tienen que ganarse el pan recogiendo
basura sino lo consiguen serán prostituidas.
El estado civil de las mujeres está clasificado en los papeles oficiales
en cuatro categorías: soltera, viuda, casada y acompañada.
—Tener nueve hijos aquí es difícil.
—Si, es un milagro de Dios —responde Juana que acaba de cumplir
treinta años y ya no esta ni soltera, ni viuda, ni casada, ni acompañada y vive
en una choza hecha de hojalata y uralita y se dedica a rebuscar con sus hijos
plásticos entre la basura, pero no puede venderlos limpios porque no hay agua
donde ella vive—.
—¿Qué pides a la vida?
—Poder salir de aquí y tener una casa con agua potable.
Leo en una entrevista a la artista y fotógrafa asturiana, Soledad Córdoba,
que se supone que la fotografía es para documentar un hecho real pero que el
fotógrafo, al apretar el disparador desde un punto concreto, hace que la
realidad no sea tan real. “A mi me gusta jugar con eso”—añade la avilesina. En
las fotos que expone Cesar Naves en el Ateneo Obrero de La Calzada , en Gijón, no hay
nada con lo que jugar, sólo nos queda maldecir y llorar.
El Infierno de Dante no es imaginable; este, en cambio, es real y
es peor, y lo han creado los hombres (un milagro de Dios). Un paisaje de vacas,
cerdos y ratas contra humanos, donde los niños se pegan con los zopilotes por
la basura.
