
Mario Vargas Llosa está a punto de publicar La civilización del espectáculo, una recopilación de ensayos como un alegato de defensa de la cultura en nuestra civilización. Del prologo de la obra he subrayado las siguientes palabras:
«Este ensayo fue naciendo en los últimos años sin que yo me diera cuenta, a raíz de la incómoda sensación que solía asaltarme a veces visitando exposiciones, asistiendo a algunos espectáculos, viendo ciertas películas, obras de teatro o programas de televisión, o leyendo ciertos libros, revistas y periódicos, de que me estaban tomando el pelo y que no tenía cómo defenderme ante una arrolladora y sutil conspiración para hacerme sentir un inculto o un estúpido.
el libro es un ensayo orgánico que fui elaborando a lo largo de años aguijoneado por un tema inquietante y fascinante: cómo la cultura dentro de la que nos movemos se ha ido frivolizando y banalizando hasta convertirse en algunos casos en un pálido remedo de lo que nuestros padres y abuelos entendían por esa palabra. Me parece que tal transformación significa un deterioro que nos sume en una creciente confusión de la que podría resultar, a la corta o a la larga, un mundo sin valores estéticos, en el que las artes y las letras -las humanidades- habrían pasado a ser poco más que formas secundarias del entretenimiento, a la zaga del que proveen al gran público los grandes medios audiovisuales, y sin mayor influencia en la vida social. Ésta, resueltamente orientada por consideraciones pragmáticas, transcurriría entonces bajo la dirección absoluta de los especialistas y los técnicos, abocada esencialmente a la satisfacción de las necesidades materiales y animada por el espíritu de lucro, motor de la economía, valor supremo de la sociedad, medida exclusiva del fracaso y del éxito, y, por lo mismo, razón de ser de los destinos individuales.
Ésta no es una pesadilla orwelliana sino una realidad perfectamente posible a la que, insensiblemente, se han ido acercando las naciones más avanzadas y libres del planeta, las del Occidente democrático y liberal, a medida que los fundamentos de la cultura tradicional entraban en bancarrota, se iban desintegrando, y los iban sustituyendo unos embelecos que han ido alejando cada vez más del gran público las creaciones artísticas y literarias, las ideas filosóficas, los ideales cívicos, los valores y, en suma, toda aquella dimensión espiritual llamada antiguamente la cultura, que, aunque confinada principalmente en una elite, desbordaba en el pasado hacia el conjunto de la sociedad e influía en ella dándole un sentido a la vida y una razón de ser a la existencia que trascendía el mero bienestar material del ciudadano. Nunca hemos vivido como ahora en una época tan rica en conocimientos científicos y hallazgos tecnológicos ni mejor equipada para derrotar la enfermedad, la ignorancia y la pobreza y, sin embargo, acaso nunca hayamos estado tan desconcertados y extraviados respecto a ciertas cuestiones básicas como qué hacemos aquí en este astro sin luz propia que nos tocó, si la mera supervivencia es el único norte que justifica la vida, si palabras como espíritu, ideales, placer, amor, solidaridad, arte, creación, alma, trascendencia, significan algo todavía, y, si la respuesta es positiva, qué es exactamente lo que hay en ellas y qué no. Antes, la razón de ser de la cultura era dar una respuesta a este género de preguntas, pero lo que hoy entendemos por cultura está exonerada por completo de semejante responsabilidad, ya que hemos ido haciendo de ella algo mucho más superficial y voluble, o una forma de diversión ligera para el gran público o un juego retórico, esotérico y oscurantista para grupúsculos vanidosos y de espaldas al conjunto de la sociedad.
Ésta no es una pesadilla orwelliana sino una realidad perfectamente posible a la que, insensiblemente, se han ido acercando las naciones más avanzadas y libres del planeta, las del Occidente democrático y liberal, a medida que los fundamentos de la cultura tradicional entraban en bancarrota, se iban desintegrando, y los iban sustituyendo unos embelecos que han ido alejando cada vez más del gran público las creaciones artísticas y literarias, las ideas filosóficas, los ideales cívicos, los valores y, en suma, toda aquella dimensión espiritual llamada antiguamente la cultura, que, aunque confinada principalmente en una elite, desbordaba en el pasado hacia el conjunto de la sociedad e influía en ella dándole un sentido a la vida y una razón de ser a la existencia que trascendía el mero bienestar material del ciudadano. Nunca hemos vivido como ahora en una época tan rica en conocimientos científicos y hallazgos tecnológicos ni mejor equipada para derrotar la enfermedad, la ignorancia y la pobreza y, sin embargo, acaso nunca hayamos estado tan desconcertados y extraviados respecto a ciertas cuestiones básicas como qué hacemos aquí en este astro sin luz propia que nos tocó, si la mera supervivencia es el único norte que justifica la vida, si palabras como espíritu, ideales, placer, amor, solidaridad, arte, creación, alma, trascendencia, significan algo todavía, y, si la respuesta es positiva, qué es exactamente lo que hay en ellas y qué no. Antes, la razón de ser de la cultura era dar una respuesta a este género de preguntas, pero lo que hoy entendemos por cultura está exonerada por completo de semejante responsabilidad, ya que hemos ido haciendo de ella algo mucho más superficial y voluble, o una forma de diversión ligera para el gran público o un juego retórico, esotérico y oscurantista para grupúsculos vanidosos y de espaldas al conjunto de la sociedad.
De pronto, empecé a sentir que muchos artistas, pensadores y escritores contemporáneos me estaban tomando el pelo. Y que no era un hecho aislado, casual y transitivo, sino un verdadero proceso del que parecían cómplices, además de ciertos creadores, sus críticos, editores, galeristas, productores, y un público de papanatas inconscientes a los que aquellos manipulaban a su gusto, haciéndoles tragar gato por liebre, por razones crematísticas a veces y a veces por pura frivolidad.»

Que bien que un alma tan sensible se rebele así ante la frivolidad. Me recuerda el "error" que cometió un empleado de la limpieza en el MOMA de Londres que recogió y tiro una "escultura" por que penso que era basura.
ResponderEliminarUpps... Quise decir el TATE.
ResponderEliminarLeída la entrada me viene a la memoria otra tuya del año pasado, ampliamente discutida por mí, por la desagradable tomadura de pelo de su autor (él y su obra me dejaron Kao... ¿lo pillas?)
ResponderEliminarhttp://www.lloviendopiedras.com/2010/09/mierda.html
ResponderEliminarMezcle 2/4 partes de RELATIVISMO (el gran mal de nuestro tiempo), 1/4 de socialismo mal entendido, sí ese que socializa la estupidez en lugar de los beneficios e iguala por lo bajo, e incorpore la democracia bastarda en la que vivimos en la que es pecado decir que todas las opiniones no son iguales. El resultado lo conocemos todos (hasta ahora porue todo va a ir a pero- vaya, me parezco a X-C). Pero no se dan cuenta que Duchamp estaba haciendo una broma?, que se estaba riendo de todo?
ResponderEliminarJose
"El ojo que tú ves no es ojo porque tú lo veas, es ojo porque él te ve."
ResponderEliminarEl relativismo es un mal si entendemos por relativismo "la alianza de civilizaciones" y tenemos que aceptar la ablación del clítoris, porque es parte de su cultura, pero aquí tenemos que prohibir las corridas de toros por su barbarie. Pero si el relativismo es rechazable,entonces hay que basarse en algo, en un dogma, ¿en cual? España vuelve a estar plagada de procesiones, hasta en mi ciudad que nunca hubo, ahora las hay, y tengo que ver pasar a unos fantasmones con la cruz a cuestas. ¿Es ese el canón que vale, y el que yo tengo que aceptar? La Revolución Francesa dicen que fue positiva, pero cuando llego Robespierre dicen que fue negativa, ¿porqué? ¿porqué democratizó la guillotina y empezaron a conocer el sabor del acero los burgueses? Mientras caían los aristócratas todo fue bien, hasta la historia lo beatifica, pero cuando una nueva clase social toma el poder entonces ya no hace falta más revolución, ahora ellos están donde querían estar, en la cúspide, así que Robespierre es malo y hay que eliminarlo, no importa que para eso pongamos a un dictador (Napoleón) u otro rey bufón (Luis XVIII).La aplicación de una verdad única nos lleva a "el sueño de la razón engendra monstruos", paradigmas del dogma fueron Hitler, Stalin o Pol Pot; pero, ¿acaso no podríamos meter en esta lista al rey Leopoldo de Belgica, o a la reina Victoria de Inglaterra por los genocidios que cometieron bajo la bandera de la religión cristiana y la civilización occidental?
Todo es relativo y la historia la redactan los vencedores. Yo si creo que Damien Hirst se está riendo, pero sabe lo que está haciendo, esta utilizando a los capitalistas a los que no les importa nada el arte, solo el mercado, en donde las "cosas" valen lo que se paga por ellas. Hirst debe venir del Punk y por ello sabe que NO FUTURE, por eso nada importa, solo el dinero. Ya lo había dicho, porque no hay nada nuevo bajo el sol, don Luis:
Ande yo caliente,
y ríase la gente.
Traten otros del gobierno
del mundo y sus monarquías,
mientras gobiernan mis días
mantequillas y pan tierno,
y las mañanas de invierno
naranjada y aguardiente.
y ríase la gente.
Coma en dorada vajilla
el príncipe mil cuidados
como píldoras dorados:
que yo en mi pobre mesilla
quiero más una morcilla
que en el asador reviente,
y ríase la gente.
Cuando cubra las montañas
de plata y nieve el enero
tenga yo lleno el brasero
de bellotas y castañas,
y quien las dulces patrañas
del rey que rabió me cuente
y ríase la gente.
Busque muy enhorabuena
el mercader nuevos soles;
yo conchas y caracoles
entre la menuda arena, escuchando a Filomena
sobre el chopo de la fuente,
y ríase la gente.
Pase a media noche el mar
y arda en amorosa llama
Leandro por ver su dama;
que yo más quiero pasar
de Yespes a Madrigar
la regalada corriente,
y ríase la gente.
Pues Amor es tan cruel
que de Píramo y su amada
hace tálamo una espada,
do se junten ella y él,
sea mi Tisbe un pastel,
la espada sea mi diente,
y ríase la gente.
No puedo estar más en dessacuerdo. Cuando tenga ganas te contesto, ahora "aborrezme muncho, hay calor abondo". De hecho tenía pensado elaborar más el comentario de ayer, pero.....Hoy taba en clase.
ResponderEliminarCuidate
Cuantas palabras mal usadas y cuanto rencor. Mario Vargas Llosa cada vez más anacrónico y cada vez da más lástima.
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