miércoles, 22 de julio de 2009
Control
«Existencia... bueno, ¿que importancia tiene? yo existo en la mejor forma en que puedo. El pasado es ahora parte de mi futuro. El presente se me ha ido de las manos. Yo no tengo control, yo no se que hacer» .-Ian Curtis
Control, Anton Corbijn (2007)
La película está basada en libro de Deborah Curtis, viuda de Ian, Touching from a distance (1995), sobre la vida del cantante de Joy Division. Anton Corbijn es un fotógrafo holandés que en 1979, a los 24 años, se traslada a Inglaterra en busca de sus ídolos, Joy Division, a los que ve actuar y consigue sacarles una foto en el metro de Londres. Su pasión por el rock hace que sea el fotógrafo de la New wave, y comience a hacer vídeos musicales, siendo perseguido por todos los grupos para que les fotografíe convirtiéndose su fotografía en blanco y negro, en un icono del rock (Depeche Mode, Nirvana, Bruce Springsteen, U2, Coldplay...). También realizó el vídeo de Joy Division, Atmosphere, en 1980. Desde entonces ha realizado mas de cien portadas de discos y unos ochenta vídeos musicales.
Sam Riley es el actor elegido, para dar vida (y muerte) a Ian Curtis, cantante del grupo 10.000 Things, se ha metamorfoseado de tal manera en Curtis, que es difícil distinguir las fotos del actor en la película y las del cantante muerto el 18 de mayo de 1980. Samantha Norton hace el papel de Debbie, la esposa descolocada ante la figura pública de su marido. La banda sonora está compuesta por New Order, lo que le da una autenticidad estética total a la película Tony Wilson y Deborah Curtis son coproductores del film.
La película es fiel a la novela lo que le hace ganar en sencillez y realidad, el problema es que la historia esta velada por la mirada de una mujer despechada. No refleja por tanto al hombre-mito sino al hombre-adultero, que se ve sobrepasado por la situación de amar a otra mujer cuando acaba de tener una hija con su esposa.
El director no utiliza imágenes antiguas del grupo, todo lo crea nuevo hasta la música que es instrumentalizada otra vez por New Order, pero lo hace como si fuese una copia exacta de la realidad, apoyado por la fotografía periodística del blanco y negro y las recreaciones de los actores que imitan como si fueran ellos mismos a los miembros del grupo. Presenta una narración clásica, lineal, con un principio, en el Ian adolescente del instituto, y un fin en el día de su muerte. Alejándose de montajes paralelos, o saltos en el tiempo. es como si quisiese hacer una narración histórica.
Los ajustados encuadres, en simples planos medios y americanos llevan la película en volandas, sobre la vida de los personajes que contemplamos, como si fuésemos espectadores que miramos desde una de las ventanas del barrio, una historia de amor con música.
En el Manchester posindustrial devorado por el paro y el surgimiento del fascismo del Nacional Front, antes de ser reemplazado por el Partido Conservador de Margaret Thatcher, arranca la historia, con Ian en el instituto, cuando se dedicaba a visitar las casas de las ancianas, para con la excusa de hacerles compañía, robarles el botiquín para tener con que drogarse.
De asistente social voluntario pasa a trabajar en una oficina de empleo encargándose de las personas con minusvalías donde conoce a una epiléptica.
Asiste con Debbie y otras cuarenta personas al concierto de los Sex Pistols en Manchaster y ahí empieza todo. Esa noche decide formar parte de un grupo y surge Joy Division.
Estos acontecimientos son narrados por el director ingles, Michael Winterbottom, en 24 Hours party people (2002) donde intenta reflejar los acontecimientos del Manchester de 1979 utilizando a Tony Wilson (también es el productor de esta cinta) como hilo conductor. Con una estética feísta y desangelada, rematada por un actor que compone un Ian Curtis imposible, crea una película amorfa basada en el tópico de "sexo, drogas y rock&roll", llena de voluntarismo y activismo vacuo.
Es muy difícil hacer una buena película al año (M. Winterbottom ha dirigido dieciséis películas en los últimos trece años), ni tan siquiera los que dominan el lenguaje y la escritura cinematográfica como Clint Eastwood o Woody Allen, son capaces de conseguirlo (sólo hay que ver la cagada de Vicky Cristina Barcelona).
Los conciertos de la banda son lo más espectacular de la película, parece que están calcados sobre las viejas imágenes de actuaciones de Joy Division, y Sam Riley es una transmutación del alma del romántico suicida punk, aumentando el malestar que nos produce su música, al verlo actuar sobre el escenario.
Decía Ian que el barrio era cruel y miserable y que a ella le gustaba.
La película es su fotografía un blanco y negro demoledor (tal vez demasiado hermoso) que me hace recordar a películas como El hombre elefante, Lenny o Toro salvaje, y una música (la de Joy Division) sobrecogedora con la profunda voz de Ian Curtis como leitmotiv. Pero está lastrada por el relato de la viuda, que nos quiere presentar un Ian egoísta infantil o inmaduro (como les gusta a las mujeres acusarnos de eso, ¿es que no se dan cuenta de que no tenemos mas remedio que ser mas jóvenes que sus padres?), drogadicto, borracho, pretencioso, etc., (no me quiero ni imaginar lo que pone en la novela) La chica lo reduce todo a un "me quiere, no me quiere"; como si ellos dos fuesen unos personajes de Barbara Cartland, y como si el chaval fuese tan simple como ella, y ante lo irresoluble del problema (amar a dos mujeres a la vez) se suicida.
Lo cierto es que el crecimiento de la enfermedad aumenta con los farmacos, mezclados con el alcohol y el estrés, las tendencias depresivas del compositor.
Al final, una alta chimenea esparce las cenizas negras sobre Manchester como si se tratase de un campo de exterminio.
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