—No se me ocurre nada, no sé sobre qué vamos a escribir esta vez.
—Natalia
me ha dicho que nos va a mandar unas fotos en la barra de un bar.
—Eso
ya me lo has dicho, pero ¿de qué vamos a hablar?
—Podemos
hacerlo sobre lo mal que está todo, de lo difícil que es llegar a fin de mes,
de los embargos.
—Estoy
harto de política, creo que deberíamos hablar de los personajes, de sus
problemas personales.
—Pero
¿es que acaso no son problemas el que no les alcance el dinero, que tengan sus
empleos en el aire?
—Sí, aunque los periódicos y las radios ya nos saturan con la crisis, hay que buscar
algo distinto.
—Podemos
hablar del meteorito, de que ya no estamos siquiera seguros de que el cielo no
se desplome sobre nuestras cabezas.
NURIA: Me gustan los bares donde no te conocen, donde hablas
sin preguntar nombres ni apellidos. Donde das tu opinión y listo.
HÉCTOR: También me gustan los bares donde todo el mundo se
conoce, que estás como en casa y hasta puedes ir en zapatillas.
N: Demasiada confianza, necesito intimidad. ¿A quién
esperamos porque está claro que esperamos a alguien, no?
H: Dijeron que pasarían por aquí, pero no sé, es tarde
N: Mejor nos vamos ya.
H: Vamos a esperar veinte minutos más y nos vamos.
N: Se hacen de rogar.
H: Todos nos hacemos de rogar, no seas impaciente.
N: No si a mi me da igual, mientras puedo leer una revista
de tendencias. Todos los periódicos hablan de lo mismo.
H: ¿Qué es lo que dicen hoy?
N: ¿Te imaginas cómo fue la primera glaciación, cómo
desapareció el Imperio romano? ¿Crees que todo esto es la antesala del fin?
H: ¿Del fin?, por favor no seas apocalíptica.
N: ¿Y si mañana nos cayera un meteorito?
H: Estás un poco nerviosa. Ya sé que no es fácil, pero no
tiene sentido pensar en fatalidades.
N: No ves que trato de pensar qué pasaría si me echaran del
trabajo; qué haría, adónde iría, tendría que volver a empezar desde cero.
H: Haríamos como los colonos, buscar nuevos territorios más
allá de los mares.
N: Nadie nos ha enseñado a empezar de cero.
H: Es como cuando borras con una goma un esquema que no
sirve.
N: Estás intentando ser positivo, ¿es eso?
H: Estoy intentando mantener la cabeza serena, ¿qué sentido
tiene derrumbarse?
N: Te das cuenta, estamos ocupando los puestos de los de
treinta y ahora tendríamos que estar viviendo sin preocupaciones por el dinero,
sin agobios.
H: Ahora lo llaman eufemísticamente reciclarse.
N: ¿Reciclarse? lo que pasa es que sobramos.
H: Mira qué tranquilidad, aquí en la costa parece que no pasa
nada.
N: Mañana vendrán más gaviotas y se posarán en el mismo
sitio.
H: Pero el mar estará distinto, como el río de Heráclito,
eso lo cambia todo.
N: Cambia el escenario pero nosotros seguimos con la
incertidumbre.
H: Estás muy negativa hoy.
N: ¿Crees que podemos estar seguros de algo? no sé siquiera
si me despedirán mañana, hasta nos puede caer un meteorito encima.
H: No seas exagerada, la tierra va a seguir girando.
N: Díselo a los de Chernóbil, o a los que se envenenan con
pastillas antes de que los echen a la calle.
H: Siempre fue así, siempre hubo ricos, ladrones y pobres.
La tristeza es ver cómo han destruido la educación para tener al país en sus
manos.
N: Como cierre la clínica no sé que será de nosotros.
H: Pues yo que estoy de interino, no quiero ni pensarlo.
N: Tanto trabajar para esto.
H: No te agobies, piensa en otra cosa.
N: Vamos a construir un castillo de arena, algo sencillo
H: Vamos a tomar algo, ¿qué te apetece?
N: Una tónica, no me gusta el alcohol.
H: Pues es una medicina mágica.
N: De magia negra: Días
de vino y rosas.
H: Es lo único que funciona en España, los bares.
N: Sí, pero a costa del trabajo esclavo de los camareros: de
sol a sol.
H: Sol y toros, bares y fútbol; eso es España.
N: Pásame el periódico, anda, que me aburro.
H: Podrías hacerme un poco de caso.
N: Mientras tú miras el partido, yo prefiero leer la prensa, a ver qué escándalo toca.
H: ¿Qué vamos a hacer hoy, te apetece comer fuera y luego
vamos al cine?
N: No te enteras, estamos en crisis y no se puede gastar. Comemos
en casa y luego vemos una película en la tele.
H: Ya, ya lo sé, pero es que a veces te dan ganas de actuar
como si no existiesen los problemas, sobre todo cuando no eres tú el que los
crea.
N: Además acuérdate que hemos quedado para cenar con Rosa y Jaime.
H: No sé, puede que no quiera ir, que me de pereza. Ese
rollo de las cenas de pareja…
N: Ya, tragar las gambas y
mancharte la camisa de mahonesa.
Mirar si colocan los codos sobre la mesa,
o no.
Si saben secarse bien la boca con la servilleta,
si vienen arreglados
o han tenido un mal día;
un día de esos —como últimamente tenemos todos—
donde te avergüenzas de haber nacido en este país
¿No te pasa?
que miras el telediario, o
lees la prensa
y piensas
¿es aquí donde nací?
No puede ser verdad.
Me asquea,
y luego
por la radio
dan consejos
para animarte:
venga, piense en sus hijos,
en su futuro:
¡hay que levantar el país!
Yo qué sé.
H: Prefiero ver partidos en el bar y no tener que aguantar
al novio de tu amiga y sus modales, su egoísmo y la dominación a que la
tiene sometida.
No sé por qué
pero a veces no me apetece ver a nadie,
aunque sea viernes
y haya que estar alegre
porque sí.
En el fondo salimos de la fábrica
igual que en la revolución industrial
y necesitamos socializar
con el prójimo
para no caer en un monótono
fin de semana.
Yo no quiero ver a nadie,
no lo digo deprimido
lo digo riendo,
lo digo feliz.
No quiero mancharme la camisa
con una salsa de esas tártaras,
ni tener que pasarme la noche
contando anécdotas de la semana:
no tengo anécdotas,
ya no.
Ya no tengo ganas de contar.
Y yo, no quedé en nada.
N: Pero te lo comenté.
H: Pero si él te cae peor que a mi, además luego te quejas
de que se pasó la cena mirándote el escote.
N: Lo hago por ella, quiero sacarla de esa relación.
H: ¿Qué la vas a salvar?, ¿no crees que ya es grande para
cuidarse sola?
N: Creo que sólo está con él por el sexo, hacía mucho que no
tenía una relación continuada y lo necesita.
H: Entonces para qué vamos a ir a cenar, mejor una cama
redonda.
N: No te pases. A veces es sólo eso y ya está.
H: Pensé que este rollo de las cenas de parejas no tenían
que ver con nosotros, que lo nuestro era distinto y que ya estábamos de vuelta
de estos tópicos. Las cenas de parejas es de lo peor.
N: ¿Y qué quieres, que nos miremos el ombligo?, me gusta el
intercambio de opiniones. Es muy básico lo de llegar a casa con ese sabor de
que eres mejor, eso sube el ego.
H: Pues yo no me comparo con nadie, prefiero hablar con los parroquianos.
N: Sabes perfectamente que en el bar eres superior a todos porque
ganas en las conversaciones más triviales y quieres ganar en todos los modelos.
H: ¿Qué has dicho, triviales o tribales?
¿Y Rosa por qué se separó de Toño si era muy simpático?
N: Porque le ponía los cuernos y luego le contaba que hacía
horas extras. Se dejó engañar varias veces pero a la cuarta o quinta ya no aguanto más.
H: Y ahora ella se resarce inmolándose con un macho de
manual. No hay quien os entienda.
N: Tampoco entiendo yo qué veis en veinte tíos
persiguiéndose por el pasto, o por qué os quedáis alelados cada vez que os
sonríe una rubia.
H: Jamás dejamos de parecer un dúo extraño.
N: Detrás de la verdad…
La discusión se tornó en lanzas y el ruido de la televisión y las máquinas tragaperras nos impidió oír las palabras que se dijeron, a fin de cuentas se querían y todas aquellas cosas aún no tenían importancia. El tiempo salpicaría las vidas, pero no sería en esta historia, todavía quedaba mucho trecho por recorrer.
Imagen Natalia Pastor
Texto Roxana Popelka y X-C
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