domingo, 10 de febrero de 2013

Gates






















Rodrigo Martin (La Felguera, 1986) avanza entre brochas intentando abrir las puertas de una expresión propia.

El primero en utilizar la escritura automática (bajo las influencias de Freud) fue Apollinaire. También fue el creador del término surrealismo en 1917. Era necesario rechazar el pasado que había engendrado el monstruo de una Guerra Mundial, hacía falta algo nuevo, una vanguardia donde lo importante no sería el estilo, sino la actitud.
Maurice Denis: «El arte ya no es una experiencia puramente visual que podemos registrar simplemente, ni tampoco una fotografía de la naturaleza, ni siquiera una fotografía especialmente sofisticada. No, el arte es una obra de nuestro intelecto, una obra que solo ha sido desencadenada por la naturaleza. Más que trabajar a través de los ojos, concentramos nuestro estudio, como dijo Gauguin, en el centro silencioso de la mente. Esto es lo que proponía Baudelaire, pues de esta manera la imaginación se convierte de nuevo en la reina de nuestras fuerzas y liberamos a nuestra sensibilidad.»

En la década de 1910, Robert Delaunay convirtió el color en el tema principal y lo utilizó para componer el cuadro, dándole ritmo y movimiento. Tomó el espectro cromático como si fuera una escala musical aplicando a la práctica la teoría especulativa del color de Chevreul y su doctrina de los “contrastes simultáneos”, creando una poesía pictórica lo que Apollinaire llamó “orfismo”. El resplandor de los colores del arco iris invadió toda su obra. El cubismo abstracto fue el nombre que él le puso y con él llegó a la plena abstracción.
Vasily Kandinsky utilizó la teoría del color que partía de Newton, la teoría de la luz, la cosmología, la morfología y la mecánica quántica. Era un tiempo en que la fotografía y las nuevas técnicas de reproducción empezaban a ser utilizadas por los artistas, pero no se abandonaron las investigaciones de los románticos, como Turner, que siguieron la teoría del color de Goethe y la búsqueda de una correspondencia entre la pintura y la música, el color y el sonido. La psicología y el psicoanálisis fueron más importantes para los surrealistas, pero fue Kandinsky el primero en investigar todas estas relaciones tanto como artista que como teórico. Se convirtió en el líder del grupo de Munich El jinete azul. De esta manera el expresionismo alemán comenzó una segunda fase, ya no intenta cambiar el mundo a través del arte como habían hecho los pintores del Die Brücke de Dresde. Esta idea la expone Kandinsky en su ensayo de 1912 De lo espiritual en el arte donde explica que el mundo de los colores y las formas surgía de las profundidades del alma, como la música. Dice que «aunque el proceso de ordenar los colores y las formas en una composición sea racional y necesario, el origen de los medios y la actividad del artista es subconsciente».

La llegada de los surrealistas a Nueva York durante la II Guerra Mundial, fue el detonante para el surgimiento del expresionismo abstracto. El artista que consiguió enlazar ambos movimientos fue Arshile Gorky (1904-1948). Arribó a Estados Unidos en 1920 huyendo del Genocidio armenio. Su obra producida en unas condiciones de extrema pobreza, avanza desde el surrealismo detallista de Magritte y Dalí, hacia el estilo biomórfico de Miró o Tanguy, en el que las formas se limitan a insinuar semejanzas con objetos reales. Este fue el camino que siguió Gorky, influido por las obras de Roberto Matta y André Masson. Gorky fue el pintor surrealista más importante de los Estados Unidos y su idea de una “dinámica continua” será la base del expresionismo abstracto y sobre todo de la obra de Jackson Pollock (1912-1956), un personaje atormentado y lleno de dudas que estrelló su camino en alcohol.
«Cuando estoy en el cuadro, no me doy cuenta de lo que hago. Y es sólo después de una especie de período “de ponerme al tanto” que veo lo que he estado haciendo. No me preocupa hacer cambios, destruir la imagen, etc., porque el cuadro tiene vida propia. Trato de dejar que esa vida salga a superficie. Sólo cuando pierdo contacto con el cuadro el resultado es un caos. Si no, lo que resulta es pura armonía, un fluido intercambio, y el cuadro sale bien.»
Una de las consecuencias de este método de trabajo fue el hecho de que cambiaba completamente el tratamiento del espacio. Sus pinturas no son planas, crea un espacio ambiguo. Los ritmos entrecruzados de Pollock tienden a sugerir un progreso espacial a lo largo y ancho del lienzo, más que directamente lienzo adentro, pero ese movimiento queda siempre controlado y acaba por volver hacia el centro, donde está el peso principal del cuadro. Esto refleja su sistema de trabajo, y tendrá importantes consecuencias. Pollock es un artista tremendamente subjetivo, para él, la realidad interior es la única realidad.

El manchismo de Pierre Soulages estaba marcado por manchas expresionistas realizadas de una manera rápida y espontánea. Utilizaba largas pinceladas negras sobre fondos claros, a fines de los años cuarenta y comienzos de los cincuenta. Para él, la abstracción solo era el medio para explorar su interior, sus pensamientos y sus sentimientos que le transmitían impulsos al lienzo.
Franz Kline trabaja con pinceladas intensas y controladas que recuerdan a los sinogramas orientales, a una caligrafía gestual y enérgica, en la que se nota el proceso de la pintura.
En los ochenta Sean Scully llena los cuadros de rayas intentando mantener la primacía de la abstracción sobre la figuración. Lo repite en sus series donde busca llenar el cuadro de sentimiento y emociones.

Partiendo de lo figurativo, de eso que se ve, de lo que Rodrigo llama “una realidad falsa”, la pintura evoluciona hacia formas cada vez más alejadas de la realidad formal donde “prima el concepto de que frente a la reproducción, la creación, y frente a la cosa, toma mayor importancia la idea”.
Bloques y franjas de pintura negra se superponen entre si creando una especie de entramado de bandas planas que dominan la imagen. La fuerza del negro es resaltada por el contraste de los otros, pocos, colores que intentan salir del fondo. Las pesadas formas lineales negras son casi amenazadoras, parecen formar rejas o jaulas que nos aprisionan.

Igual que Tony Tuckson en los setenta intenta plasmar el color de la tierra australiana en Blanco sobre rojo y azul donde grandes pinceladas blancas actúan sobre un fondo azul y ocre oscuro, las rayas blancas recuerdan las lápidas aborígenes de arcilla sobre el polvo rojo de la isla. Así el negro del carbón y las cruces y los castilletes de los valles mineros, con el rojo del orín de la metalurgia. Un paisaje en descomposición.

Rodrigo Martin busca lo “esencial”, esa idea, esa sensación, ese recuerdo. Como eran las calles y la lluvia cuando iba a la escuela, la emoción de llegar a casa, los amigos, ese saber que todo está en su sitio, que nos tranquiliza y a la vez nos anula convirtiéndonos en prisioneros del valle. El negro, como las escombreras, como esa lluvia impenitente y el rojo del grito, de la rebeldía, apenas un gesto. Un sueño o una pesadilla, recuerdos…



No hay comentarios:

Publicar un comentario