¿Qué hacer?
¿Sufrir los golpes y las flechas de la injusta fortuna o
tomar las armas contra un mar de adversidades?
Dormir… nada más; y con un sueño poder decir que acabamos
con los sufrimientos del corazón.
Ahí está la dificultad. Ya que en ese sueño de muerte, los
sueños que pueden venir cuando nos hayamos despojado de la confusión de esta
vida mortal, nos hace frenar el impulso.
Quien soportaría los latigazos y los insultos del tiempo, la
injusticia del opresor, el desprecio del orgulloso, el dolor penetrante de un
amor despreciado, la tardanza de la ley, la insolencia del poder, y los
insultos que el mérito paciente recibe del indigno cuando él mismo podría
desquitarse de ellos con un puñal. Quejarse y sudar bajo una vida cansada, por
el temor a algo después de la muerte – El país sin descubrir de cuya frontera
ningún viajero vuelve- aturde la voluntad y nos hace soportar los males que
sentimos en vez de volar a otros que desconocemos. La conciencia nos hace cobardes
a todos. Y así el nativo color de la resolución enferma por el hechizo pálido
del pensamiento y empresas de gran importancia y peso con lo que a esto se
refiere, sus corrientes se desbordan y pierden el nombre de acción.
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