Apenas ayer, en un rincón de la noche, entre las sombras, contra la pared, me han clavado una navaja en el pecho, tenía mi nombre escrito y entró en mi corazón como si fuese de mantequilla, tan blando que estaba de lo mucho que amaba. Al sentir la puñalada se contrajo, se convirtió en una piedra de carbón. Lo que quería haber sido diamante, estrella fugaz, sólo fue una tea, un poco de humo en la obscuridad de la habitación, aunque os puedo decir que ardió como el azufre en el infierno.
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