miércoles, 17 de agosto de 2011
Recuerdos
Entra y deja que me siente en la cama otra vez para ver como te desnudas, como te quitas la ropa mientras me hablas atropelladamente, como me pides que te desabroche el sujetador y como, al fin, te tumbas en la cama a mi lado, como te vuelves hacia mi y me abrazas, como nos besamos en un beso eterno como si fuese el último, como si los dos supiésemos que ese beso tuviese que durar toda la vida porque no iba a haber más. Por eso, una vez que abríamos la boca y juntábamos los labios, una vez que entrelazábamos las lenguas ya no las separábamos hasta que volvía a sonar el maldito despertador, por eso cada beso era eterno, porque podía ser el último y sabíamos que tal vez nunca nos volveríamos a encontrar, por eso nos amabamos con esa dulzura, con ese amor de amantes, con esa furia y ese deseo de poseer al otro, porque en el otro estaba lo mejor de nosotros mismos, todo lo que dábamos, todo lo que deseábamos, toda la vida, la vida que no teníamos y todo lo que soñábamos que nos podría dar la vida y que nunca nos había dado. El amor, una ilusión, una verdad que buscábamos en apenas un instante entre las sábanas, como si concentrásemos toda la vida en apenas unos minutos, mientras cantaban los canarios. Ahora ya no cantan, tan solo escucho las lágrimas caer, como si fuese tu saliva resbalando por mi cuerpo, abrasandome en un baile de muerte y fantasia.
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Nessum magior dolore, che ricordarsi del tempo felice, nella miseria
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