sábado, 25 de enero de 2014

Te veo en el espejo







































Te veo en espejo todos los días, me miras y no te reconozco, sólo veo un hombre acabado, un hombre solo. Triste, acabado, tienes tanto miedo que tu cara parece un mapa del Antiguo Testamento. Quieres borrar el espejo, quieres desaparecer, y no entiendes porqué aguantas, porqué estás vivo, no puedes más, no hay ninguna razón para vivir, no llega ningún mensaje, ninguna frase de dientes, solo besos escritos en el ordenador como si fuesen jeroglíficos egipcios.
Que fácil sería sino te quisiese, sino te sintiese, sino te desease…
como cuando iba a la escuela
y jugaba al balón
una y otra vez 
una y otra vez
todo el rato.

No soporto tu mirada
me da miedo
no te conozco
y no te quiero
no se de donde sales
de aquellas mañanas de rastro
y tardes de fútbol.
Y mi cara se raja
transformándome en un monstruo
(un Frankestein de carne y llanto)
carne comida por el amor (por los besos que no me das).
Hoy me he afeitado y me he vuelto a ver,
ya no quedaba nada,
los restos, el confeti pisoteado, los posos de los vasos, el fin de la fiesta, una ofrenda maya en el eclipse, un ratón en su ratonera, una fuga de sangre por la aorta, la quema de todos los libros, el fin de todos los sueños, la clara silueta del diablo; no hay nada mas allá.

Y por qué tengo que recordar cualquier cosa... cualquier cosa me lleva a ti y desata ese amor que me está devorando.
Ya llevaba tanto tiempo escondido que no recordaba la luz. Ni tan siquiera sabes hablar, lo que ya no puedes es dormir, dormir soñar no mas, ese planeta olvidado. Ahora te limitas a pasearte por encima de tu cama, a dar vueltas por arriba o por abajo, encender y apagar la luz, ponerme encima o debajo de las sábanas y repetir tu nombre, porque cada vez que cierro los ojos te veo tan claramente como un amanecer de película, y me levanto y me vuelvo a acostar, camino por el pasillo, enciendo el ordenador, miro a la ventana, vuelvo a la cama, guardo el reloj en un cajón, salto de un libro a otro, de Foster Wallace a Carver de Roth  a Hammett, recuerdo algo y busco por las estanterías un poema de Bernhard, pero esto me lleva a Poe; escribo en la libreta, me vuelvo a levantar, escribo en el ordenador apenas dos líneas, no hay manera, no importa, ya todo lo asquea; me levanto otra vez y amago con poner Centauros del desierto; ya amanece, acabo Libertad de Franzen (la frustración y la soledad americana, el país a donde huyeron los que no pueden amar) y me emocionan sus últimas páginas, me acuerdo de Tolstói caminando por el bosque bajo la nieve escapando de la vida.



No hay comentarios:

Publicar un comentario