jueves, 15 de agosto de 2013

Drácula de Bram Stoker














En 1897 Bram Stoker (1847-1912) publica en Londres, Drácula, el mismo año que Rudyar Kiping (1865-1936) escribía su poema El vampiro inspirado en un cuadro de igual nombre y fecha de Philip Burne-Jones (1861-1926). El escritor irlandés había sido el crítico literario del Dublín Evening Mail, periódico propiedad de uno de los más grandes escritores de cuentos de terror, Sheridan Le Fanu, que ya en 1872 se había anticipado a Drácula con Carmilla, una vampira lésbica (llevada al cine por Dreyer como Vampyr en 1932).


Pocos días antes de publicar la novela, para asegurarse los derechos de autor, Bram Stoker dirigió una lectura de la obra con un grupo de actores en el teatro que dirigía, el Lyceum Theatre de Londres. Así en 1922 cuando Murnau quiere adaptar al cine la novela se encuentra con la negativa de la viuda y albacea literario de Stoker. El genio alemán, cambia los nombres de los personajes y las ciudades y el título de la obra, que bautiza como Nosferatu, de todas maneras, Florence Balcombe, la mujer que había dado calabazas a Oscar Wilde para casarse con Bram Stoker, demandó a la productora alemana por infracción de los derechos de autor. Ganó el juicio tres años después, llevando a la quiebra a la empresa teutona y ordenando el tribunal la destrucción de todas las copias de Nosferatu, pero la película ya había sido distribuida por todo el mundo y algunas cintas permanecieron ocultas hasta la muerte de Florence (1858-1937).


Drácula es adaptada, bajo la supervisión de la viuda, para el teatro en 1924 y es estrenada con gran éxito en Londres y tres años después en Broadway, siendo el conde Drácula encarnado por un actor nacido en Transilvania, Bega Lugosi. Tras permanecer un año en cartel en Nueva York y dos años de gira por todo Estados Unidos, rompiendo todos los records de taquilla en la historia del teatro norteamericano, la obra es llevada a la gran pantalla   por Tod Browning para la Universal, donde la aparición en escena de Lugosi crea el icono de un Drácula aristocrático y seductor. Algo que no hubiese sucedido de nos ser por la muerte, antes de empezar el rodaje, de Lon Chaey, El hombre de las mil caras, Cuasimodo, El fantasma de la opera o El hombre lobo; el elegido por Browning habría creado un personaje más cercano al Nosferatu de Max Schreck.

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