viernes, 8 de julio de 2011

Desde el oráculo de la melancolía

















foto X-C

Pongo en marcha mi cuerpo después de recordar el invisible huesped en que te conviertes cada noche, girando la llave de la puerta de mis sueños, haciendo resonar tus pasos por el pasillo que conduce al fondo de las estancias de mi alma.  Y es mi alma una barquilla en mitad del océano a merced de las ocilaciones de tu tempestad.

En este instante en que me asomo, te busco y te hablo, ignorando dónde estás, qué aire cristalino llenará los pulmones exhaustos de suspirar la ausencia que arrastra tu pensamiento, qué imágenes tejerán tus emociones en las horas que vendrán,... En este instante una ilusión intacta, una luz que no se extingue mientras el tiempo traza su camino indefectible a la nada, enhebra la dócil alianza de mi corazón con tu silencio.

Hablo contigo, desde el oráculo de la melancolía, en la desvalida realidad del fluir de distantes existencias, sin el júbilo de tu saliva hilvanando el deseo, aguardando la permanencia de mis palabras más allá de tu rabia  y de tu odio, con vocación de testamento ("Lo que fue amado como cuerpo, será consolación en un paisaje lejano").

Comienza mi día e invariablemente, desde las primeras luces, los primeros alientos, tengo el encargo de buscarte, aunque para ello el corazón se me encamine hacia un lugar incierto, frontera exacta de un destino lejano.

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