domingo, 3 de julio de 2011

Me dormí como me dejaste











foto X-C


Me dormí como me dejaste, abrazado a ti. Desperté al amanecer con la claridad que hacía moverse las sombras. Te abracé, aún más fuerte, con el corazón. Mis brazos se cerraban sobre ti, mis manos salían por mi espalda posadas en mis hombros como si fuesen las tuyas. Así estuve hasta el amanecer; no quería levantarme, tenía miedo de despertarte. Al abrir los ojos les costó despegarse lo mismo que a mis brazos separse de mi cuerpo, no querían salir de la cama y dejarte sóla. El café fue muy oscuro, en la ducha pensaba en ti, en que eras un sueño. Cuando me di cuenta —al levantar la cara y dejar que el agua corriese por mis mejillas, al ver el teléfono de la ducha— que era tu voz, que no había sido un sueño la que decía que me querías, mis lágrimas corrieron mezcladas con el agua; me tuve que sentar en la bañera y recordé como el domingo pasado caminamos bajo la lluvia. Eso me animó, pensé que tal vez volveríamos a estar juntos. Salí del baño y encontré tu mensaje, me apoyé en la meseta de la cocina —como cuando me acariciabas por detrás mientras cocinaba— para leerlo despacio... Busqué el libro que me habías regalado y aspiré tu olor, encendí el ordenador (después de buscar el disco por la casa y no encontralo) para oir la canción de Elvis mientras me vestía. No quería ir a trabajar, hoy no tenía fuerzas, pero me fuí. Subí al autobús y releí tus mensajes y volví a ver tu foto mientras sonaba Azul. Tuve que bajar del bus, comiéndome las lágrimas. Ahora estoy en la oficina y lo único que deseo es oírte, para saber que estás viva y que no eres un sueño, que es verdad lo que está pasando y que no estoy loco.

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