foto X-C
Tengo tu amor congelado en un bolsillo del pantalón
y lo
saco cada poco para poder verte.
Un
amor de película,
con
Robert Stack, borracho, estrellando la botella contra la pared,
estrellándose
con su biplano contra el suelo.
Un
amor tan ardiente como el último glaciar,
a fin de cuentas... ¿no está hecho el infierno de hielo?
¿no
es allí donde pena la Criatura devorada por su amor (inútil, maldito)?
El
amor como una larga noche
donde
tú me hablas entre las sábanas
y yo
me dejo acariciar por tus palabras
como
si fuesen las alas de un ángel.
Tú
me dices mientras te doy la espalda
para
que no me veas llorar
al
sentir tu piel y escucharte.
Tengo
que dar la vuelta para besarte
y no
pensar, tan solo quererte.
No
hay ni una nube gris entre los pinos,
y
todos los sueños de futuro,
como
si fuesen verdad.
Pero
la verdad es invadida por lenguas de fuego,
de
realidad y números que yo no comprendo.
Ahora
realizo portentos,
me destruyo
sin piedad,
recuerdo
cada noche
y el
tiempo de los besos.
Cada
día queda menos de mí en mí,
el
corazón se arruga lleno de horror,
está
harto y no comprende
porqué
le he fallado.
Sabe
a donde voy,
como
aquel avión en blanco y negro
y una
explosión de fuego.
Menos
mal que tengo tu amor congelado
en
un bolsillo del pantalón
y lo
puedo sacar a cada poco,
como
si buscase la hora en el reloj
de
cadena de mi padre,
y lo
contemplo tan hermoso
que
sigo andando,
a
pesar de haber muerto
el
verano pasado.
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