viernes, 11 de abril de 2014

Kafka en la muerte


















En El cazador Gracchus, uno de mis cuentos favoritos, el alcalde del pueblo le pregunta al cazador si va a quedarse con ellos. El cazador que acababa de llegar al lugar le responde: "No pienso, estoy aquí, no sé más; no puedo hacer otra cosa. Mi barca carece de timón, viaja con el viento que sopla en las regiones infernales de la muerte."

En 1924 Kafka, a los cuarenta años de edad, estirado sobre la cama del sanatorio vive sus últimos instantes, ordena que la enfermera salga de la habitación y arroja al suelo la bolsa de hielo que tiene sobre la garganta: "Basta ya de torturarme ¿por qué seguir con esto?" El médico se aparta de la cama pero Kafka lo llama: "No se vaya.." "No, no me voy." dice el doctor, pero el moribundo responde: "Yo me voy."

Tres días más tarde, en la nota necrológica, su amada Milena Jesenska (que moriría veinte años después en el campo de exterminio de Ravensbrúck) escribe: "Un hombre condenado a mirar el mundo con una claridad tan enceguecedora que este le resulto insoportable y se encaminó hacia la muerte".


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